El elemento conector
Pamela Kribbe canaliza a Jeshua
Queridos amigos,
Soy Jeshua, vuestro amigo. Os saludo a todos desde mi corazón. Estoy conectado con cada uno de vosotros, por tanto, sentid esa conexión mutua. Si bien cada uno anda un camino individual, existe entre nosotros una sintonía, un deseo y una búsqueda comunes, y una humanidad compartida. Sentid ese corazón vivo que late dentro de cada uno y tened compasión los unos por los otros. Estáis aquí reunidos como grupo, respetad pues a los demás, aunque aún no los conozcáis muy bien.
Detrás del rostro de cada persona hay una historia, una profundidad, una trayectoria que explica por qué es como es, así que escuchad las historias de los demás. Cuanto más atentamente escucháis la historia de otra persona, más a fondo termináis comprendiendo y reconociendo una esencia común: las mismas raíces en ella que hay en vosotros. Emerge entonces un sentido de unidad, las diferencias se disuelven y tendéis la mano a esa otra persona. Y cuando muchas personas se tienden la mano unas a otras, se crea un entorno fértil y el amor fluye hacia la Tierra. Esto es lo que está ocurriendo ahora mismo, todos vosotros anheláis participar en ese proceso y, por ello, os respeto profundamente. Estamos juntos en este camino.
En ese devenir hacia la Unidad, hacia una comprensión unificada, una compasión mutua, la energía femenina desempeña un papel principal. Es el elemento que conecta entre sí a las personas y también a todos los seres vivos. Sintamos esa energía femenina aquí y ahora, entre nosotros. Está en ese corazón vuestro que late, ese corazón que perdona, ese corazón que comprende, ese corazón que tiende puentes. Dejad que la delicadeza de esa energía conectora fluya a través de cada uno y de todos nosotros. Sentid su delicadeza y, al mismo tiempo, su poder indestructible. El corazón que comprende y perdona, que tiende la mano a los demás, es la energía más poderosa que existe en el Universo; hace que tengan lugar nuevas creaciones y que viejas heridas sanen. Ha llegado el momento de sanar, pues se han infligido graves heridas a las personas y la vida en la Tierra.
Os pido ahora que conectéis con la Tierra bajo vuestros pies, aquí y ahora, ahí mismo donde estáis sentados. Dejad que vuestra consciencia descienda interiormente por vuestras piernas y vuestros pies, como si tuviera raíces que se hundieran en la Tierra. Sentid la Tierra y la naturaleza que os envuelve, el viento que sopla, su poder, su sonido. Formáis parte de esta realidad, la Tierra es consciente de vosotros, os experimenta. Cuando sintonizáis con la Tierra, se crea una conexión y sentís y percibís que la Tierra quiere relacionarse con vosotros. Dejad que la Tierra os hable, no tiene por qué ser con palabras. Simplemente, sentid la ola de energía que os llega desde la naturaleza, desde el entorno natural que os rodea. Lo que la Tierra tiene que deciros será diferente para cada uno de vosotros. Permitid que fluya de abajo arriba —y relajaos, aflojad. Cualquier cosa que sintáis será válida; limitaos a respirar con vuestro abdomen.
Estáis aquí por una razón. En parte conscientemente y en parte inconscientemente, habéis elegido este lugar en la Tierra desde capas intuitivas albergadas en vuestro interior. Entrad ahora en esas capas descendiendo hacia ellas, hacia esa parte vuestra que siente y que conecta. ¿Qué es lo que necesitáis de la Tierra aquí? La Tierra desea daros algo, por tanto, dejad que vaya a vosotros. Y sentid que la naturaleza, la Tierra, os sostiene.
Una de las maneras de conectar con la energía femenina es «aflojar» la mente y rendirse a un fluir de la vida que la mente no puede aprehender. Esto se consigue estando conscientemente presente en el cuerpo, no solo en la cabeza, sino también en brazos y piernas, en la zona media, en la pelvis, y prestando atención a lo que allí quiere fluir.
Dije al principio que la energía femenina lleva a conectar con los demás, lleva a la unidad. Pero uno no puede realmente conectar con los demás si antes no ha conectado ni se siente en casa consigo mismo; si antes no ha entrado en su propio cuerpo y en sus emociones, y es capaz de ser quien es sin juzgarse ni intentar suprimir nada con la mente.
Por lo tanto, el primer paso hacia la unidad y la conexión, y hacia un corazón abierto, es atreverse a adentrarse muy profundamente en uno mismo. Aquí, la conexión con la Tierra puede ser de gran utilidad, así que sentid su presencia. La Tierra es completamente natural y no tiene ningún problema con los ritmos, los cambios de ánimo y las emociones que tenéis vosotros como seres humanos que sois, seres de la naturaleza. Lo acepta todo —luz y oscuridad—, sentid la naturalidad de su presencia.
Vuelvo a preguntaros: ¿qué os da la Tierra aquí, en este lugar? Si os parece difícil descubrirlo, conectad con el niño interior que habita en vuestro abdomen. Es la parte vuestra más liberada de la cabeza, de los juicios, de la mente controladora. Vive, se mueve, es espontánea. Siempre anda con ganas de hablar con vosotros y de permanecer conectada, pero a veces la mantenéis apartada porque teméis lo que quiere deciros —dejad que os hable ahora.
¿Qué es lo que vuestro niño interior está experimentando aquí? Conectad con él, abrazadlo, volved a mirarlo. Notad el entusiasmo de ese niño, su pasión, el brillo de sus ojos. Tended una mano y, con ella, coged de la mano a vuestro niño interior. Permaneced bien plantados sobre la Tierra, conectados con la naturaleza fuera y dentro de vosotros, conectados con ese niño de la naturaleza, vital y juguetón, porque eso es lo que sois —habéis venido aquí a jugar. Contrariamente a todo lo que se os ha dicho en el trabajo, en el colegio o en la sociedad, ese niño interior bullicioso es vuestra parte más natural y, por tanto, la más espiritual. Confiad en ella, confiad en él y desapegaos de vuestra mente.
Acabamos de dar un paso para adentrarnos en nosotros mismos y conectar con nuestro niño interior, con la Tierra, con la naturaleza de la que formamos parte. Si os sentís en paz cuando estáis así, conectados con vosotros mismos, entonces el hecho de conectar con los demás se convierte en algo especial, algo mucho más despreocupado y alegre, aventurero y libre. Hacerlo es altamente revelador y alivia en gran medida la carga. Porque, por un lado, buscáis conectar profundamente con otros, pero, al mismo tiempo, hay muchas cosas que os impiden establecer una conexión verdaderamente abierta y desinhibida con los demás y con vosotros mismos.
Estáis llenos de juicios, amonestaciones, prohibiciones y tabúes, todo ello enredado en una tradición cultural en la que la energía mental, la energía masculina, ha venido predominando. Ha llegado el momento de soltar esa energía —ese hábito—, aunque aún tiene bien sujetas las riendas de vuestra vida. Se os ha hecho creer que, para ser una buena persona, hay que comportarse de forma seria, controlada y responsable, pero el camino hacia la conexión, hacia un mundo armonioso, pasa solo y exclusivamente a través de ese niño interior juguetón. La vieja energía masculina ha de dejar paso al niño que en vosotros vive. Hacer esto, no obstante, puede llevaros a una lucha interna porque aún estáis, en gran medida, encadenados a esas viejas creencias compulsivas.
¿Cómo desenvolverse en esa transición de lo viejo a lo nuevo? Podéis luchar contra lo viejo o fluir con lo nuevo, sabiendo que luchar siempre conduce a una pérdida de energía, al agotamiento. No podéis convencer a lo viejo de los beneficios y la importancia de lo nuevo, por eso os pido que os busquéis a vosotros mismos. ¿No es acaso mejor andar el camino ligeros y alegres, y confiando en los mensajes que recibís cuando estáis íntimamente conectados con la Tierra y con vuestro niño interior?
Vuestra energía femenina os puede ser de ayuda. Cada vez que vayáis hacia vuestro interior, permitid que las cosas sean como naturalmente se presentan desde un corazón abierto que comprende y perdona —y que ante todo os comprende y perdona a vosotros. A partir de ahí se establece una base, un cimiento, una fuerza interior desde la cual la conexión con el mundo y los demás resulta diferente —más profunda y enriquecedora. Dejad primero que vuestro propio corazón os acoja y después os resultará natural recibir a otros desde ese corazón abierto. Permitid que la energía de vuestros corazones abiertos nos envuelva a todos. No tenéis que hacer nada en especial, ya está aquí. Imaginad que podéis apoyaros en ella para recibirla y, al recibirla, se la ofrecéis a los demás.
Os agradezco a todos vuestra presencia.
© Pamela Kribbe
Traducción de Laura Fernández