Dejad que vuestra luz brille
Pamela Kribbe canaliza a Jeshua
Queridos míos,
Soy Jeshua. Acudo a vuestro lado y conecto con el corazón de cada uno de vosotros.
Me sois muy queridos; sentid mi amor y mi calor. Todos andáis necesitados de calor; de un calor y un amor que habéis echado en falta en vuestra vida. Llegasteis a la Tierra con un recuerdo, un conocimiento interno, de lo que el amor es. Sabíais del amor ilimitado y absoluto, pero no del amor dependiente y posesivo que prevalece en la Tierra. Sabíais de un amor libre y abierto que le da a la otra persona el espacio necesario para ser quien es y que, a su vez, os da el espacio que necesitáis para ser quienes sois. En ese espacio de libertad podéis sentiros seguros y a salvo, anclados en vuestra propia esencia.
Habéis venido aquí para traer a la Tierra ese tipo de amor. Sois trabajadores de la luz, portadores de una nueva consciencia. Pero para difundir aquí esa luz, ese amor, es imprescindible que primero lo recordéis plenamente. El auténtico significado del amor es: libertad en seguridad. Y eso es posible cuando se os permite desarrollaros en plenitud —radiantes y poderosos—, pero, al mismo tiempo, con gentileza y ternura. Esa es vuestra auténtica naturaleza; eso es lo que sois. Sois ángeles que habéis venido aquí a sembrar las semillas de la luz —recordadlo.
Sin embargo, hacer tal cosa en la Tierra resulta una tarea sumamente compleja, pues, al nacer, quedáis inmersos en el olvido y perdéis el recuerdo de vuestros orígenes. Absorbéis todas esas energías humanas más densas —el miedo, la tristeza, el sufrimiento— que predominan en la atmósfera humana de la Tierra y las hacéis vuestras. A menudo, en la primera mitad de vuestra vida os perdéis en esas energías porque os identificáis con ellas. Sois incapaces de distinguir entre lo que habéis asimilado y lo que en verdad sois, y, por tanto, perdéis la habilidad de conducir vuestra propia vida.
Con todo, en lo más hondo de vosotros sabéis que ese es un sacrificio que hacéis con el fin último de transformar, desde dentro, las densas energías humanas de la Tierra; de iluminarlas desde dentro. Ese es el propósito del salto que disteis a la encarnación en la Tierra. Y habéis llegado ya tan lejos que habéis empezado a despertar interiormente. Estáis poco a poco empezando a recordar quiénes sois: la ingravidez y la libertad de esa esencia; la flexibilidad de vuestra auténtica naturaleza.
Permitid, ahora mismo, en este preciso instante y muy deliberadamente, que esos sentimientos despierten en todas las células de vuestro cuerpo. El cuerpo es un ser dotado de consciencia, no es un mero pedazo de materia. Vive desde lo que hay en vuestro interior y vuestra consciencia es su máxima autoridad. Lo que en última instancia determina las condiciones de vuestro cuerpo no son influencias materiales. Al final, sois vosotros quienes, mediante vuestras propias elecciones, a su vez basadas en vuestra consciencia, determináis dichas condiciones.
Tomad ahora consciencia de vuestra luz, de vuestros orígenes, de vuestra esencia angélica. Soltad la atadura de la atmósfera humana de la Tierra, de manera que, en la medida de lo posible, esas energías humanas de desesperación, tristeza y sufrimiento no os afecten. Rebosáis luz, una luz que fluye dentro de vosotros y a vuestro alrededor, ¡es lo que sois! No es una luz que venga de arriba ni del exterior, viene desde el interior de cada uno de vosotros. Atraéis a vuestra alma y la acogéis en la Tierra.
Imaginad ahora el color de vuestra alma y dejad que recorra vuestra aura, de la cabeza a los pies. Haced que vuestra alma se sienta bienvenida y sepa que sois independientes de las influencias densas y tóxicas de la atmósfera humana. Encontrad ese núcleo original adentrándoos en vuestro corazón. Percibid que hay allí una fuente cristalina de luz. Y en ese cristal, en esa fuente, existe un conocimiento, una intuición, que os ofrece cuanto necesitáis. Sentid la claridad, la sencillez y el amor que hay en la energía de ese cristal y convenceos de que sois libres.
A continuación, pensad en alguna situación de vuestro día a día que haga que os sintáis apesadumbrados o inquietos. Imaginad que la luz de vuestro corazón fluye hacia esa pesadumbre y rodea la situación con vuestra luz interior, la luz de vuestra alma. Luego, observad vuestra respuesta a la situación: ¿la dejáis estar o intentáis transformarla?; ¿vais hacia ella o más bien os alejáis? Sois libres de hacer lo que sea que sintáis más adecuado. No dependéis de nada ni nadie para tomar vuestras decisiones. Vuestro núcleo divino es eterno y sabio, y sumamente fuerte. Dejad que vuestra luz brille en libertad —no tengáis miedo.
Esa luz es lo que necesita este planeta. Hay en la Tierra muchísimo dolor y sufrimiento, y vosotros habéis sido parte de ello. Sabéis lo que es sufrir y vivir cegados por la ilusión del miedo y la impotencia. Esas vivencias os han proporcionado una honda humanidad y forman parte de vuestro camino hacia una consciencia plena. Aceptad esas experiencias, pero salid de ellas y dejadlas ir. Recordaos a vosotros mismos quiénes sois —¡sois maestros! Sembráis las semillas de la consciencia, pero sois libres de vivir con alegría y de soltar el sufrimiento mientras lo hacéis.
Muchas gracias por vuestra atención; os amo a todos y cada uno de vosotros.
© Pamela Kribbe
Traducción de Laura Fernández