Dos pasos para conectar con el alma
Pamela Kribbe canaliza a Jeshua
Queridos amigos,
Soy Jeshua, vuestro hermano y espíritu afín.
He estado con vosotros y os he amado. Muchos de vosotros ya habéis estado en la Tierra varias veces, en otras vidas en las que os alcanzó el calor del fuego que yo vine a traer. Yo fui uno de los portadores de esa antorcha, pero ciertamente no el único. Todos formáis parte de una corriente de luz y calor que fluye a lo largo de la historia de la humanidad. Una luz nueva que desea descender en la Tierra y arraigarse en ella. Y yo fui uno de sus representantes.
Con mi llegada emergió ese campo de consciencia que llamáis energía de Cristo, si bien en otras lenguas y culturas recibe nombres distintos. No obstante, el aspecto esencial de la energía de Cristo, de ese impulso que traje conmigo, consiste en una apertura del corazón: en la ascensión de la consciencia colectiva del planeta al nivel del corazón. Ese nivel es también el nivel del alma.
Por aquel entonces, la vida en la Tierra a menudo estaba, y aún lo está, envuelta en el velo del olvido. En el desarrollo de la consciencia humana se había producido una ruptura que hizo que la gente se obsesionara con lo material, con lo puramente físico. Las personas estaban enredadas, por así decirlo, en el velo de lo terrenal y habían olvidado de dónde procedían. El origen, aquello que otorga vida y que todo lo inspira, ese lugar del que venís, había caído en el olvido. ¿Cómo sucedió tal cosa?
Naturalmente, siempre ha habido religiones que hablan de dios y de un propósito más elevado, así como de poderes y fuerzas trascendentes. Pero esas religiones siempre han estado sólidamente asentadas en una noción humana del poder y la autoridad de la que deriva un dios masculino que gobierna el mundo, que manda, dirige, castiga y recompensa. Así pues, siempre ha habido algún dios, solo que un dios con demasiados rasgos humanos y que realmente no ayudaba a la gente a levantar el velo que había caído sobre la Tierra.
Ahora bien, en todas esas épocas y culturas siempre se han dejado oír voces más dulces, tenues como el murmullo de un arroyo escondido, que hablaban de otra verdad. Esta melodía del corazón, del alma, nunca se ha desvanecido por completo de la Tierra, pese a lo mucho que se ha hecho para acallar la voz del alma —esa fuerza original y creadora que hay en cada uno de vosotros. Aquellos que ostentan el poder siembran mucho miedo, pues no les interesa que esa voz original, esa voz amorosa, pueda oírse —por ello, esa voz buscó refugio en la clandestinidad.
Lo mismo ocurrió con mi mensaje. Yo fui uno de aquellos que hablaba de la verdad de vuestros corazones, de una voz que os guía, independiente de las fuerzas externas, de esas fuerzas de poder y dominio, y sin miedo a ellas. Mi mensaje hablaba de vuestra grandeza y vuestra igualdad.
Una de las primeras cosas que se torcieron fue que mis palabras se convirtieron en una doctrina, fueron transformadas en un dogma, una teología. Y que, mientras que a vosotros se os describía como pecadores, a mí se me puso en un pedestal. Se estableció una jerarquía que determinó sus reglas y mandamientos. Posteriormente, surgieron corrientes distintas y, con el tiempo, la Iglesia fue convirtiéndose en una institución de poder completamente desconectada de la fuente.
Vuestros corazones son portadores del suave murmullo de ese arroyo escondido que purifica y refresca, que os devuelve a vosotros mismos. Que se lleva el polvo y el dolor de vuestros temores, dudas y emociones. Sentid ese arroyo en vuestro corazón. Ha resultado ser indestructible —sigue ahí.
Recordad la alegría. Recordad esos momentos espontáneos de vuestra vida en los que habéis reído, soñado y jugado, y en los que os apetecía hacer cosas. Momentos en los que estabais presentes en el ahora, quizás al enamoraros o al entusiasmaros con alguna visión —una imagen, un plan— del futuro, momentos llenos de esperanza y deseo. Sentid la alegría de ese deseo, de esos sueños. Los sueños bonitos, los buenos deseos, os llenan de dicha antes incluso de que se hagan realidad: os dan un sentimiento de gozosa anticipación.
Esa es la voz de vuestra alma. Sin embargo, diariamente experimentéis resistencia a la hora de cumplir vuestros deseos. Algunos os habéis vuelto cínicos y vivís desalentados y decepcionados con respecto a la vida en este planeta, en esta sociedad y en el mundo que os rodea. Os habéis convencido de que tenéis que haceros pequeños; de que, después de todo, las cosas no van a funcionar y de que os gustaría iros lejos de aquí.
Estáis constituidos de tal manera que, en esencia, las cosas no tienen ningún sentido para vosotros si no podéis vivir desde el corazón, desde vuestra espontaneidad e inspiración. Habéis llegado demasiado lejos como para vivir una vida adaptada a las reglas y normas que os rodean y que están basadas en el miedo. Necesitáis libertad. Aceptad el canto de vuestro corazón, con su sentido de libertad, y que no estáis hechos para encajar en ese mundo de reglas y normas dictadas desde el miedo o el poder.
Sois como vagabundos errantes por el mundo. Sois soñadores y lúcidos observadores. Todos, sin excepción, habéis sido niños muy sensibles que captabais lo que ocurría a vuestro alrededor en relación con los estados de ánimo e ideas de vuestros padres y del entorno en general. Habéis experimentado lo que se siente al estar rodeados de ideas y, sobre todo, energías, represivas. Esas energías os han sofocado en parte y han cercenado vuestra originalidad —la melodía de vuestra alma.
Para volver a escuchar esa melodía y empezar a vivirla, lo primero que tenéis que hacer es empezar a afirmaros y a decir «no» a aquello que no os conviene, así como ¡a daros cuenta de quiénes sois en el fondo! Formáis parte de ese arroyo clandestino, queréis traer luz viva a la Tierra, queréis romper las viejas estructuras de miedo y poder. Tal es vuestra esencia —sois trabajadores de la luz.
Por lo tanto, adaptaros y vivir una «vida normal» no está hecho para vosotros. Es importante que lo aceptéis, pues vivir una «vida normal» iría en contra del propósito de vuestra misión, de vuestra alma. Estáis aquí para ser vosotros mismos, para expresaros con vuestra luz única, con vuestro impulso de renovación, con sueños que van más allá del orden familiar y establecido. Soñáis con una nueva Tierra, una nueva consciencia. Esos sueños sois vosotros.
Ahora bien, en el transcurso de vuestra educación, cada uno de vosotros ha quedado sumido en la duda, ya que la presión de fuera puede ser intensa. Sois humanos, sois vulnerables. Queréis conectar con y participar en lo que os rodea. Y así, os obligáis a encajar en moldes que os hacen daño, en camisas de fuerza que os restringen y sofocan. Y entonces, vuestra alma se tambalea y la crisis se presenta en forma de enfermedad, de pérdida del trabajo, de ruptura sentimental —puede ser cualquier cosa. También puede suceder que, aunque por fuera nada parezca estar mal, por dentro os sintáis muy tensos, deprimidos e inquietos. Todo esto casi siempre tiene que ver con no escuchar a vuestra alma, a quienes sois.
No os recriminéis por ello: como niños y jóvenes altamente sensibles, es mucho lo que se os viene encima durante vuestra educación en esta realidad. Es inevitable sentirse confundido. Por eso es de suma importancia que, ahora, conectéis con vuestro núcleo, que seáis diferentes, que seáis trabajadores de la luz. Que admitáis plenamente que no encajáis en el marco establecido porque, a fin de cuentas, estáis aquí para romperlo. Una vez que comprendáis esto del todo, os quitaréis de encima una pesada carga.
El mundo exterior os ha inundado con imágenes y expectativas que os dicen cómo tenéis que ser: como hombre, como mujer, como padre, como madre; que os empujan a tener éxito, a ser buenos, a ser populares. Esas imágenes externas a las que creéis que tenéis que ajustaros son numerosas, pues vuestra mente, sobre todo cuando erais más jóvenes, las ha ido absorbiendo todas.
En la sociedad en la que vivís actualmente, estáis expuestos a avalanchas de imágenes. Esas imágenes son supuestamente ideales, pero, de hecho, no se basan en ser humano, en vuestra auténtica naturaleza —son ilusiones, fantasías. Generalmente, se trata de imágenes que quedan fuera de la verdad de la realidad con la que lidiáis como personas vulnerables de carne y hueso. Y son, casi siempre, imágenes represivas, sofocantes: tenéis que hacer esto, tenéis que hacer lo otro, tenéis que comportaros de tal o cual manera para gustar, para tener éxito, para ser eficaces.
Cuando caigáis en la cuenta de que estáis aquí para romper con el orden establecido, para traer luz a esta oscuridad, podréis soltar esas imágenes y sentir que está bien ser tal y como sois. No porque cumpláis con una lista de requisitos ideales ni por lo que hayáis conseguido en el mundo. No. Está bien ser como sois porque estáis aquí con vuestra vibración, con vuestra energía de renovación, con vuestro factor diferencial, con vuestra sensibilidad. En resumen, está bien ser como sois porque estáis aquí.
Es por eso por lo que es importante que os sintáis orgullosos de vosotros mismos y que os améis. Solo cuando así lo hagáis en lo más hondo de vosotros y estéis dispuestos a decir «no» a esas imágenes falsas que no os nutren, recibiréis instrucciones internas o señales claras acerca del modo en que vuestra alma quiere expresarse en esta realidad. Porque tal es vuestro objetivo último: una autoexpresión que viene directamente de vuestro yo esencial. No lo que en general se entiende por autoexpresión, sino aquello que percibís como una manera alegre, placentera, fácil y divertida de expresaros, y eso puede ser cualquier cosa. No tiene por qué ser algo espectacular ni grandioso. Olvidaos de esas ideas. La voz del alma es dulce y amorosa. No se trata de éxitos espectaculares, sino más bien de descubrir y experimentar el misterio de quienes sois: lo muy especiales que sois, con toda vuestra riqueza de sentimientos y talentos.
Quisiera ilustrar mediante un ejercicio los dos pasos a los que me refiero como maneras de conectar con vuestra alma. El primer paso es decir «no» a las imágenes falsas que os desvían de vuestro camino. El segundo paso consiste en conectar con vuestra individualidad, con quien cada uno de vosotros es realmente: el soñador, el vagabundo, el forastero, aquel que viene aquí con una antorcha encendida para traer algo que alumbre.
Imaginad que estáis en algún lugar montañoso de la naturaleza. Podéis oír el sonido de un riachuelo deslizándose sobre un lecho de piedras y cantos rodados. Podéis oír el susurro de los árboles, de los arbustos. Estáis solos, pero sentís la vida que os rodea porque todo está vivo: el sol, las plantas, los animales. Os descalzáis para vadear el riachuelo y luego decidís desnudaros para tumbaros en el agua. Os sorprende sentirla deliciosamente fresca y agradable. Apoyáis la cabeza sobre una piedra y dejáis que el agua os refresque.
Habéis soportado mucho en esta vida, habéis absorbido demasiado. Ha llegado la hora de escuchar vuestra propia voz. Os fijáis en los reflejos del agua, la sentís deslizarse a lo largo de vuestros brazos y piernas, y el agua os cura. Sentid cómo os purifica y despeja vuestra cabeza. Sentid vuestra fuerza —se necesita fuerza para estar aquí, en esta atmósfera terrenal. Para el ángel que sois, y que ha estado en contacto con las más altas esferas de luz, hallarse en medio de esta densidad y negatividad supone un constante pesar.
Habéis venido aquí con una misión y es importante que lo comprendáis. No os comparéis con nadie. Haced lo que queráis hacer y lo que sintáis que es bueno para vosotros —habéis hecho un larguísimo viaje. No estáis aquí para bailar al son de melodías ajenas. Intuid cuál es vuestro propio camino, vuestra propia originalidad. Imaginad por unos instantes que lo soltáis todo y que dejáis que el agua de vuestra alma fluya a través de vosotros. Sentid cómo bebe de ella vuestro corazón —vuestro corazón está sediento. Su mayor deseo es volver a conectar plenamente con vuestro magnífico y hermoso yo, con vuestra alma.
Ved, en el centro de vuestro corazón, a un niño que juega y que os recuerda vuestro sueño, no el del mundo exterior. Vuestro sueño, sí. Antes de venir a la Tierra, soñasteis con esta vida. Teníais planes, teníais un propósito; en vuestro interior ardía un fuego y es por ello por lo que quisisteis venir aquí. Observad al niño mientras juega, fijaos en la expresión de su rostro e intentad sentir qué se experimenta al ser ese niño. Tiene la apariencia de un niño, pero es muy viejo —con todo, es el portador de algo nuevo. En los ojos del niño hay un mensaje que viene de vuestra alma.
Dejad que el agua se lleve las energías del mundo, de lo que habéis absorbido, y que os limpie. Ahora, mirad de nuevo a ese niño que baila en vuestro corazón —es un niño completamente nuevo. A pesar de todo por lo que habéis pasado, vuestro niño es totalmente nuevo. No viene del pasado; este niño viene de vuestro futuro. De cada uno de vosotros depende si queréis darle la mano —pero él os la tiende, a la vez que os pregunta: «¿Vienes?».
Sentid la chispeante alegría de vivir de ese niño y ¡atreveos a soñar de nuevo! En cuanto almas, vuestro mayor sueño es dejar que vuestra luz única brille en la Tierra —en otras palabras, ser vosotros mismos. Cuando se es uno mismo, cada paso es único. No hay fuera nada con lo que tengáis que mediros. No existe ningún mapa estandarizado para encontrar el camino propio. Consultad la voz de vuestro corazón, de ese niño que lleváis dentro.
Antes de salir al encuentro de vuestra alma, observad qué es lo que os genera ansiedad, qué voces oscuras hay en vuestro interior que os dicen: «Esto no está permitido, esto no puede ser; no, esto es imposible para mí, porque…». Esas voces oscuras alimentan el miedo a la carencia, a la pérdida. Cuando sentís ese miedo con intensidad, no podéis experimentar la voz de vuestra alma, por lo que a menudo es necesario que primero os alejéis u os desprendáis del influjo del miedo. Solo entonces podréis encontrar la paz necesaria para sentir vuestra alma. Es importante que lo hagáis todos los días, aunque solo sea porque os sentiréis mucho más relajados y tranquilos. Entrenaos para desprenderos del influjo de ese miedo, y no solo del que habéis absorbido vosotros, sino también del que persiste en la gente que os rodea, en la sociedad.
Estar en la naturaleza es una manera de desconectar de ese miedo, pero, en última instancia, se trata de claridad interior, de un «no» interior a esa vibración de miedo y compulsión a adaptarse. Haced lo que os dé alegría, pero no os lo pongáis demasiado difícil. Haced todos los días algo que os proporcione un sentimiento de relajación. Vivid en el momento, en aquello que os lleva de vuelta a vosotros mismos. Al final, el primer y único paso hacia la consecución del objetivo de vuestra alma es una autoconsciencia penetrante, una consciencia omnipresente: «Soy quien soy y está bien». Permitíos sentir intensamente en vuestra vida cotidiana —ese es el camino.
Os doy las gracias a todos por estar en la Tierra. Lo que hacéis y lo que sois es decisivo. Lo que hacéis y sois importa. En vuestro corazón lleváis una vibración nueva, innovadora, que afecta a la consciencia colectiva y al mundo que os rodea. Incluso aunque os paséis el día entero meditando o trabajando en el jardín, vuestra vibración es decisiva. Vuestra devoción por el camino del corazón y del alma se ve y se oye. Sois trabajadores de la luz, pioneros de la consciencia. Vosotros sois yo y yo soy vosotros —estamos conectados.
© Pamela Kribbe
Traducción de Laura Fernández
One thought on “Dos pasos para conectar con el alma”
Maravilloso
Gracias