El proceso del despertar en la Tierra
Pamela Kribbe canaliza a Jeshua
Queridos todos,
Soy Jeshua. Amigo vuestro y alma afín. Me acerco a vosotros con reverencia y respeto por quienes sois y por el camino que andáis en la Tierra.
Todos vosotros habéis echado raíces en la Tierra para, desde ahí, construir vuestra vida. Cuando nacéis, sois criaturas indefensas, a merced de los poderes de la Tierra y de la sociedad en la que vivís. De niños, absorbéis una enorme cantidad de estímulos y esa energía la almacenáis en vuestro cuerpo emocional. Muy al principio, aún no está nada claro quiénes sois en medio de esos estímulos e impresiones. Pero paulatinamente va formándose un «Yo», un punto central en ese campo energético que sois. Gradualmente, un suelo se tiende bajo vuestros pies y en vuestro corazón surge una inspiración que es única para cada una de vosotros. Y al decir «vosotros», estoy refiriéndome a vuestro yo superior, a vuestra alma.
Cuando encarnáis, dais un salto al vacío, os entregáis; os dejáis inundar por las impresiones de cada nueva vida. Así, vuestra personalidad terrenal queda condicionada y constituida por las numerosas impresiones que recibís. Pero en vosotros también hay un lugar silencioso, un espacio de paz que viene directamente de vuestra alma.
Ese espacio de paz viene directamente de lo que llamáis el Paraíso, de esa dimensión cósmica de la que procedéis. Y es el arte de vivir aquí, en la Tierra, lo que, con el tiempo, restablece vuestra conexión con ese lugar de silencio, ese espacio de paz en vuestro corazón, en vuestro ser. A partir del momento en que os encontráis en ese silencio, en ese punto central, empezáis a Vivir —con «V» mayúscula—, dejáis de «ser vividos» por las muchas influencias externas que determinan vuestras emociones. Algo nace en vosotros, algo muy sólido que os da orientación, y en ese momento vuestro canal interior se abre. Contáis entonces, aunque sigáis presionados por las numerosas influencias que se ejercen en vuestra vida, muchas de las cuales realmente no os convienen ni os nutren, con una fuerza opuesta. Contáis con unos cimientos sólidos desde los cuales trabajar y así poder centraros en el redescubrimiento de quiénes sois.
Idealmente, en una sociedad altamente evolucionada, este punto de inflexión a partir del cual empezáis a encontraros a vosotros mismos en medio de todas esas impresiones se plantea en la adolescencia. Una sociedad altamente evolucionada fomenta en los más pequeños y en los jóvenes un cierto respeto por la tradición, pero también los anima a encontrar su propio camino en la vida y en la sociedad. Una sociedad altamente evolucionada, en la que existe una consciencia espiritual, en la que hay sabiduría y conocimiento sobre el alma, anima a los jóvenes a encontrar su camino interior y a liberarse por sí mismos de expectativas y tradiciones anticuadas.
Por desgracia, esa sociedad altamente evolucionada no es aún una realidad, por eso veis que mucha gente alcanza ese punto de inflexión mucho más tarde en su vida —o no lo alcanza. Puede ser que alguien no encuentre o no reconozca o no sienta su propia alma, por lo que entonces «es vivido», literalmente. No obstante, la vida intenta despertaros —os hace señas, a veces en forma de dolor o de crisis, para que vayáis hacia dentro, para que escuchéis a vuestra alma. Con todo, las cosas serían muy distintas si las personas fueran conscientes de su potencial y recibieran, a lo largo de su crecimiento, aliento explícito de la gente de su entorno para encontrar su propio camino.
Os digo esto a vosotros porque quienes os sentís inspirados por mis palabras queréis instintivamente desempeñar un papel en este proceso de despertar de vuestra sociedad y de la Tierra. Estáis inmersos en la vida, pero también habéis oído la llamada de vuestra alma. Sin embargo, es posible que esa llamada aún no os resulte del todo clara y, por eso, hay veces en que sentís que os estáis alejando de vuestra voz interior. Pese a ello, en cada uno de vosotros existe el impulso definido de permanecer en el camino y de marcar una diferencia en vuestro entorno y vuestra sociedad.
Os pido, ante todo, que convirtáis ese impulso interior en una búsqueda cuya intención sea encontrar vuestra propia voz y auténtica naturaleza. Ahondad en vosotros y sentid vuestro propio deseo de despertar, de permitir que fluya la energía de vuestra alma, de sentiros inspirados, de encontraros mediante prueba y error.
En cada uno de vosotros existe la fuerza impulsora, la determinación de traer vuestra propia alma y espiritualidad a la Tierra. Es importante que honréis y respetéis esa parte vuestra, ya que la necesidad de desarrollarla es algo que el mundo aún no ha validado. Por tanto, dedicaros a su desarrollo os exige valor y resolución, puesto que, al hacerlo, os estáis en cierto modo saliendo de las normas sociales. Sentid ese poder y valor en vuestro interior. De alguna manera, ni siquiera es algo que hacéis —sino algo que instintivamente tenéis que hacer. Y es señal de madurez del alma cuando esta, siguiendo su propia naturaleza, anhela un cierto grado de retiro y reclusión para volver a preguntarse por qué las cosas son como son.
Honrad quienes sois e imaginad que ponéis, literalmente, un pie fuera de la sociedad, entendiendo esta como la aceptación sin cuestionamiento alguno de las tradiciones, los miedos, las normas y los mandatos a los que os habéis adaptado. Pero también está esa otra parte de vosotros: ese pie que habéis puesto fuera de la sociedad. Así pues, llevad ahí vuestra consciencia, vuestra atención, e imaginad que, en algún paraje natural, tenéis un lugar que refleja esa parte vuestra más rebelde. Puede ser un lugar agreste en la naturaleza o cualquier otro lugar que os venga a la mente. Ese es el lugar donde podéis restablecer la conexión con vuestra alma; donde vuestro canal puede abrirse a los impulsos originales que desean manifestarse en vuestra vida.
Imaginad que estáis paseando o sentados en ese lugar agreste en el que apenas hay influencias humanas y apreciad lo mucho que os sentís como «en casa». Es porque os dais cuenta de lo mucho que os sentís como en casa cuando os distanciáis aunque solo sea un paso del mundo. Ahí hay algo o alguien que quiere acogeros y hacer que os sintáis bienvenidos. Mirad a vuestro alrededor. Puede tratarse de otro ser humano, de un animal o de un guía, o quizás de una sensación, una fuerza. Sentid que sois recibidos con alegría y regocijo.
Sois habitantes de dos mundos. Cuando abrís el canal a vuestra alma, también os convertís en alguien que cambia las cosas en la Tierra, pues el influjo de la energía del alma en muchos individuos es lo que poco a poco va transformando esta realidad en una sociedad más evolucionada. Al adentraros en vosotros mismos, conectáis con una dimensión interna que constituye vuestro hogar en la misma medida que la Tierra, con todas las cosas que os resultan familiares. Comprobad si, al contactar con ese guía o esa energía en vuestro paraje interior, podéis recibir algún mensaje. Puede ser un mensaje sencillo de amistad, aliento o apoyo —no tiene por qué tratarse de una instrucción. Hay algo que se os quiere entregar, por tanto, estad receptivos. Tampoco es necesario que sepáis inmediatamente en qué consiste; lo único que tenéis que decir es: «Estoy abierto a recibirlo».
La principal barrera de las personas a la hora de abrir realmente el canal a su propia alma y sabiduría interior es que los pasos que han de dar las llevan a través de esa barrera pero fuera del ámbito de la sociedad humana. Son pasos que exigen decir «no» a aquello del entorno que no va con vosotros, y decir «no» exige valor y lucidez mental. Para que la energía del alma pueda nacer en la Tierra, todos y cada uno tenéis que atravesar la barrera del miedo y de las viejas actitudes y normas. Tenéis que atreveros a rechazar lo que se interpone en el camino hacia la energía de vuestra alma. Y eso que se interpone casi siempre son las ideas, opiniones y expectativas que habéis asimilado del mundo que os rodea, así como de vuestros padres, conocidos e, incluso, amigos y parejas.
Ese camino, esos pasos a través y más allá de la barrera habéis de andarlos cada uno por vuestra cuenta. Nadie puede andarlos en vuestro lugar. Lo que os lleva a dar esos pasos es vuestra dedicación interna y vuestro deseo de verdad e inspiración. A veces necesitáis un empujoncito para dar esos pasos y en la vida operan una lógica y una dinámica que terminan haciendo que lo recibáis. Repasad vuestra vida y comprobad si habéis experimentado ese empujoncito con respecto a algo que sucediera y que en ese momento no fuera agradable, algo que resultara doloroso y que incluso pareciera abrumador y sin sentido, pero que posteriormente os proporcionara algo muy valioso. Cuando todas las certezas se derrumban, llegáis automáticamente a ese lugar agreste de vuestro interior que nadie conoce y donde lo que habéis aprendido en el pasado deja de ser útil. Se os empuja; se os expulsa casi.
Aprovechad esas circunstancias para adentraros en vosotros, para escuchar otra voz, una que se irá haciendo cada vez más audible a medida que os atreváis a abandonar lo familiar y el pasado. Y cuando os sintáis enriquecidos e inspirados por aquello que hayáis recibido en vuestro paraje agreste, ajeno a la sociedad, muchos querréis volver nuevamente a ella, y así es como debe ser —ahí es cuando dejaréis que vuestra luz brille. No obstante, requiere valor y fortaleza permanecer fiel a esa otra dimensión, a la voz de vuestra alma, pues en vosotros también habita un niño angustiado que aún busca la validación y la aprobación de su entorno, incluso de aquella gente que sigue atascada en el pasado y sus creencias limitantes. Aún hoy, que los demás os rechacen puede heriros profundamente.
Es por ello por lo que mantener encendida vuestra luz y permanecer fieles a vuestra propia voz es, en realidad, un trabajo interior constante que exige dedicación. Aunque ese trabajo —mantener despejada la ruta interior y abierto el canal, descubriendo por vuestra cuenta que es necesario un cierto tiempo de reclusión o de silencio— es invisible para la mayoría, es, al mismo tiempo, el trabajo más funcional y práctico que podáis realizar jamás. Y dicho trabajo incluye el valor de romper con las influencias, las situaciones y la gente que ya no os sustentan. En ese sentido, al trabajador de la luz se le exige un cierto tipo de fortaleza: la constancia y la audacia de decir «no», porque solo así podréis conectar significativamente con la sociedad.
Lo que tenéis para dar a la sociedad es algo que socava moldes y estructuras, y habéis de ser conscientes de ese rasgo vuestro. En ese sentido, sois revolucionarios y es una revolución necesaria. Llevar a cabo esa revolución exige una personalidad fuerte. Y con «personalidad fuerte» quiero decir que sois conscientes de los miedos y dudas que aún existen en vuestra vida; que sois conscientes de ese niño interior que aún busca reconocimiento y aprobación fuera de sí mismo, y que lo respaldáis. Este es el auténtico trabajo interior que constituye la base sobre la cual podéis estar en el mundo a la par que seguís atendiendo y dando forma a la voz de vuestra alma. Y cada uno de los aquí presentes está comprometido con ese trabajo interior.
Por lo tanto, respetaos a vosotros mismos. Insisto en ello porque no resulta obvio. Cuando lográis honraros y respetaros, creáis el espacio que necesitáis para realizar vuestro trabajo. La luz que llega a la Tierra nacerá gracias a las personas, y esa luz empieza a brillar en el mundo mediante la transformación interna de cada uno de vosotros. Vosotros sois el instrumento que hace posible ese nacimiento y ser dicho instrumento requiere muchísima fuerza interior, valor y dedicación. Y es por esa razón por la que os respeto profundamente. Os saludo a todos. Estoy conectado con cada uno de vosotros desde mi corazón. Muchas gracias.
© Pamela Kribbe
Traducción de Laura Fernández
One thought on “El proceso del despertar en la Tierra”
Bellísimo mensaje.
El trabajo interior es arduo e imprescindible.
Se trata de liberarse del hombre viejo, resultado de un entorno de prejuicios e imposiciones, obstáculos y limitaciones… tanto daño estéril,
y abrazar y dejar nacer al hombre nuevo, vestir las túnicas blancas no de los hombres, sino de los hijos del cielo.
Así es, perdonar y perdonarnos y avanzar en el camino de la luz, que es solo Amor.
Muchas gracias.