Estáis ayudando a que nazca lo nuevo
Pamela Kribbe canaliza a Jeshua
Queridos amigos,
Soy Jeshua, os saludo a todos en cuanto amados míos, espíritus afines y maestros. Ya no os hablo como si fuerais alumnos, os hablo atendiendo a vuestra madurez, a vuestra fuerza interior, la cual se halla presente en cada uno de vosotros y está lista para florecer, para expresarse en esta realidad terrenal tan necesitada de una nueva inspiración y de un liderazgo asentado en el corazón. Me dirijo a vosotros porque vuestra alma ha despertado. Todos vosotros habéis conectado con el llamado de vuestra alma, aunque sé que esa conexión se ve a menudo oscurecida por viejos temores, así como por la confusión y las ilusiones que tanto abundan en la Tierra.
Os hablo nuevamente de vuestra fuerza, de ese maestro en ciernes que vive en vuestro interior. Aquí, en la Tierra, ha llegado el momento de manifestar la energía de ese maestro y de dejar que vuestra voz se oiga. El momento ha llegado, si bien hay una parte diminuta de vosotros que siente que ese momento nunca es lo bastante propicio; que aún hay mucho por hacer en el ámbito de la autosanación y de la superación de viejos miedos —y, hasta cierto punto, tenéis razón. Es sumamente importante, por supuesto, que no perdáis de vista esa parte vuestra que aún permanece en las sombras; esa parte que aún tiene miedo de salir a la luz y que sigue sin poder dejarse abrazar por vuestra luz y vuestro amor.
En todo ser humano hay una parte semejante a un niño pequeño que se ha visto descuidado durante largo tiempo. Hay en vosotros miedos y pensamientos negativos que a menudo os afectan sin que sepáis por qué. Pero en vosotros también hay algo que ha madurado y que está despierto: se trata de la voz de vuestra alma. Y el motivo de que os esté diciendo esto es que considero que soléis permanecer a la sombra de vuestra propia grandeza. Quisiera enfatizar que podéis sentiros orgullosos de lo que ya habéis logrado interiormente.
En cuanto almas, esta no es ciertamente la primera vez que estáis aquí y en todas esas vidas anteriores habéis ido acumulando experiencia y sabiduría. Pero es en esta vida actual en la que todos esos distintos aspectos vuestros culminan en una experiencia concentrada, al igual que una planta cuyas flores están a punto de abrirse y desplegarse. Viejas capas de comprensión, sabiduría y experiencia quieren aflorar ahora y en este preciso momento de la historia, pues este momento representa una fase de transición en la Tierra.
Lenta pero segura, la humanidad está llevando a cabo la transición hacia una consciencia del corazón. Se trata de un gran acontecimiento en la Tierra, de un renacer a nivel colectivo, y vosotros formáis parte de esa transición. Sois precursores, líderes en el campo de la nueva consciencia. Sin embargo, en todo proceso de crecimiento opera una dinámica que hace que no se desarrolle de forma lineal. En este proceso de renacimiento hay picos y valles, olas que van y vienen.
Vuestras almas han sido llamadas para apoyar este proceso y avanzar sobre las olas de cambio que forman parte del nacimiento de esa nueva realidad, un proceso que no siempre os resultará fácil. Podéis estar seguros de que los viejos intereses creados que quieren aferrarse a su poder, que se aferran a su posición debido al miedo a lo nuevo, no cederán así como así. No obstante, vuestro deber no consiste en luchar contra ellos; vuestra tarea es simplemente dejaros llevar por el ritmo de vuestra propia alma, de vuestra propia inspiración, de la visión única y personal que habéis venido a aportar. Y en vuestra vida tendréis ocasión de sobra para hacerlo. Vuestras almas querían que este proceso tuviera lugar y han creado las condiciones en las que, por fin, es posible. Podría describir el resultado como ser plenamente quienes sois en vuestro corazón, en vuestra alma, por eso es tan importante para vosotros responder a su llamado. Ha llegado el momento de hacerlo y, con ello, también se cumple el plan de vuestra alma.
Sois las «comadronas» de lo nuevo. Quien asiste en el parto de un bebé es alguien tremendamente importante, pues marca la diferencia entre un nacimiento quizás traumático, envuelto en miedo y dolor, o uno sin percances y relativamente fácil. Y digo «relativamente fácil» porque cada nuevo nacimiento tiene consecuencias imprevistas. Es algo que podéis apreciar a vuestro alrededor. En la Tierra hay, ahora mismo, muchísima confusión, mucho dolor y sufrimiento, terror y desesperación. Pero es preciso que os concentréis en vuestra propia pieza del puzle, esa con la que habéis venido a contribuir a la panorámica general. Esa es vuestra tarea, vuestra misión, y para ser capaces de llevarla a cabo, es necesario que os atreváis a creer en vosotros mismos.
Así pues, cuando os digo que sois maestros, guías, sentid en vuestro corazón si esto que os digo resuena como verdad. Intentad comprender y aceptar esa verdad en vosotros mismos. Sentid qué significan estas palabras para cada uno vosotros: «Soy un maestro, soy un guía». Algunos sentiréis incertidumbre ante esas palabras, un sentimiento de: «No estoy listo, no puedo hacerlo, no sé cómo» o «No soy bienvenido en la Tierra». Pueden aflorar viejos temores relacionados con haber sido rechazados, castigados o incluso asesinados por difundir vuestra luz. Aun así, os pido que os aferréis a estas palabras, a este pensamiento: «Soy un maestro», de manera que sintáis y experimentéis que hay un lugar para vosotros. Intuid que la realidad de la Tierra os dice «Sí». Cuando os pido que aceptéis esta tarea de enseñar, contempladla ante vosotros como una energía, una vibración, un sentimiento o un símbolo. Dejad que algo tangible aparezca ante vosotros y, sea lo que sea, permitidle que fluya a través de vuestra aura. Intuid aquello que habéis venido a aportar; qué fortaleza particular tenéis cada uno que puede ayudar a renovar el mundo.
Tal como están las cosas, estáis a salvo en la Tierra, así que dejad de esconderos. Y cada vez que viejos temores, incertidumbre o confusión, afloren en vuestra vida, contempladlo todo con la mirada de un maestro: un maestro cuyo corazón rebosa compasión. Daos a vosotros mismos comprensión, pues es la manera más rápida de disipar las sombras de vuestro interior. No el hecho de resistirlas ni de negarlas ni, tampoco, de trabajarlas en el sentido de quitároslas de encima mediante algún método mágico, sino mirándolas de verdad y con amor.
Es normal que experimentéis miedos, dudas e incertidumbre. Sois seres humanos como todos los demás. Pero cuando permitís que esos miedos estén ahí, cuando vuestro corazón lo abarca todo y, por tanto, esos lugares oscuros también pueden existir, os convertís en seres humanos sabios. Y un ser humano sabio no es un ser humano perfecto; no espera la perfección de sí mismo. Un ser humano sabio se sonríe a sí mismo y ve y acepta sus propias veleidades; sabe que es tan humano como cualquiera y acepta su humanidad. Y a la luz de esa aceptación todo parece diferente. Surgen entonces la felicidad, el contento y la alegría.
Por otra parte, uno deja de criticar a los demás con tanta facilidad. Desde ese espacio profundamente humano —que creáis desde vosotros y para vosotros—, el contacto que establecéis con el mundo y con otra gente se vuelve muy distinto. Dejáis de necesitar esforzaros por cambiar y mejorar. Al igual que os dais permiso para ser quienes sois, dejáis que los demás sean como son. Os dais cuenta de que hay imperfección en todos, fracturas en todos, y, sin embargo, tantas cosas buenas y valiosas también.
Toda persona lleva en su corazón una pieza única del puzle, algo que contribuye al todo, algo que es exclusivo de esa persona. Esa es la chispa, la luz estelar, el destello divino que hay en todos y cada uno de los seres humanos. Estáis en la Tierra para permitir que vuestro resplandor se deje ver ahora en pleno día y, gracias a él, tocar y activar el de otras personas. Tal es el poder que andáis buscando. Empoderaros significa que permitís que vuestro poder único —el poder que procede directamente de vuestra alma— fluya tan profundamente a través de vosotros que toque la Tierra. El poder de vuestro ser pleno fluye hacia la Tierra. Y cuando se ancla en ella, podéis decir «Sí» a la vida, a la gente que os rodea y, lo más difícil: deciros «Sí» a vosotros mismos y a cuanto vive en vosotros.
Lo que empoderaros significa es que os convertís en un ser humano de una sola pieza, un ser humano completo. «Sí, este es quien soy, con todas mis contradicciones, mi estrechez de miras, pero también con todas las habilidades y los talentos desarrollados como resultado de muchas vidas: mi “oro” único». Dejáis de sentiros avergonzados de vosotros mismos, que es algo que se os ha enseñado a sentir a todos y cada uno: os lo han enseñado las tradiciones educativas y, desde luego, las tradiciones religiosas, en las que el autorreproche ha sido siempre de suma importancia. Me dirijo muy especialmente a vosotros, a los que os sentís atraídos por la espiritualidad, tal y como lo fuisteis en vidas anteriores, y a los que aún os afectan esas tradiciones negativas de autorreproche. Se os enseñó a considerar vuestro yo natural como algo pecaminoso y algo de lo que se suponía que os tenías que desembarazar lo antes posible. Abrazad vuestra espiritualidad terrenal: es una que rebosa amor hacia el ser humano y una que celebra la vida en la Tierra, con todos sus altibajos, sus contradicciones y la dualidad que aquí existe.
Por tanto, os voy a pedir ahora que llevéis vuestra atención muy deliberadamente hacia el abdomen y que permanezcáis presentes en él, haciéndoos conscientes de vuestra respiración en su fluir hacia dentro y hacia fuera. Mi pregunta para vosotros es: ¿aceptáis la luz de Cristo en vuestro abdomen? ¿Dejáis que se difunda por vosotros? ¿Le dais permiso para estar ahí? Y daos cuenta de que, cuando me refiero a la luz de Cristo, a la energía de Cristo, habéis de reconoceros en ella vosotros también. Todos somos uno en esa energía —un campo unificado de amor. También os pregunto si queréis ocupar vuestro sitio en dicho campo. Y basta con que digáis «Sí», si eso es lo que sentís.
Cuando empezáis a resonar con ese campo, atraéis las cosas hacia vosotros en vuestra vida cotidiana y no tenéis que luchar por ellas tan deliberadamente. Se produce una resonancia natural cuando decís «Sí» a vosotros mismos y a vuestro propio poder, un poder amable que ni insiste ni presiona ni desea cambiar las cosas a la fuerza. Un poder que fluye con suavidad y que, de hecho, o fluye suavemente y con flexibilidad, o no fluye en absoluto: se trata del aspecto femenino de la nueva consciencia, la nueva energía. Os dejáis llevar por ese fluir, no tanto porque intentéis hacerlo con vuestro pensamiento o porque queráis cambiar las cosas, sino, sencillamente, porque sentís hacia dónde quiere llevaros vuestra alma.
En vuestra vida diaria, alineáis vuestras elecciones con vuestros sentimientos. Y para ello necesitáis la energía masculina. La energía masculina atraviesa la resistencia, toma decisiones, dice «Sí» o «No» a lo que la vida os presenta. Vuestra energía femenina sintoniza con vuestra alma, con esa honda inspiración que viene de dentro, mientras que vuestra energía masculina está ahí para apoyaros y protegeros. Se asegura de que no os distraigáis ni os dejéis tentar por elecciones externas.
Por lo tanto, ahora voy a pediros que experimentéis vuestra energía femenina como una energía que está, a la vez, en el corazón y en el abdomen. Quizás estéis familiarizados con el símbolo del número ocho tumbado, la lemniscata, donde la energía fluye siempre junta a lo largo de ambos círculos. Imaginad que vuestro corazón y vuestro abdomen mantienen entre sí esa relación: la energía femenina fluye del corazón al abdomen, y viceversa.
Intuid el profundo conocimiento que mora en vosotros, un conocimiento que es a la vez celestial y terrenal. Cuando la parte terrenal fluye desde el abdomen hacia el corazón, adquiere nuevas inspiraciones, ideas y planes: surgen perspectivas más amplias. Y cuando el poder del corazón fluye hacia el abdomen, intuís lo que es pertinente en ese momento: lo que puede hacerse ahora; aquello que es práctico, realista y juicioso. El abdomen es vuestro principal asiento en el ahora. Esa voz integrada, fruto de la fusión del corazón y el abdomen, es algo que solo podéis escuchar en el silencio de vuestra propia intimidad, sin voces externas. Entrad en ese espacio silencioso dentro de vosotros. Necesitáis ese espacio, ese silencio. De lo contrario, no estaréis viviendo desde vuestra alma.
A continuación, imaginad que vuestra energía masculina se aproxima desde atrás para envolveros, para envolver esa figura del ocho. A la manera de un caballero, interpone un escudo que os permite recibir información clara y precisa en vuestro corazón y abdomen. La energía masculina actúa de amortiguador entre vosotros y el mundo exterior. Un amortiguador que ejerce de filtro, al detectar con precisión lo que es bueno para vosotros y lo que no; lo que alimenta vuestra voz interior y os ayuda a llegar a vuestro espacio interno, y lo que no. La energía masculina tiene discernimiento y es sabia —conoce el mundo. Tiene experiencia y no es ingenua con respecto a la situación de este mundo. Sabe cómo proteger a la mujer interior y, en ocasiones, puede ser tajante a la hora de mantener distancias o de marcharse o de decir «No». Todo lo que hace la energía masculina es en honor de la energía femenina. Tal es el santuario que protege.
Tomaos el tiempo suficiente para sentir, con claridad, la presencia de ese caballero masculino en vuestro campo energético. Si acaso no lo sentís con claridad, invitadlo a que se revele. Forma parte de vosotros, no es algo que venga de afuera. Esa parte masculina os pertenece, exactamente igual que la parte femenina. Y yo os pido que os toméis ambas energías muy en serio. Cada una tiene su propio lugar y su propia función, y no pueden avanzar la una sin la otra.
Os saludo a todos. Estamos conectados en un campo y contáis siempre con esa conexión. No estáis solos. Muchas gracias.
© Pamela Kribbe
Traducción de Laura Fernández