Habitante de dos mundos: la misión del trabajador de la luz
Pamela Kribbe canaliza a Jeshua
Queridos amigos,
Soy Jeshua. Os amo a todos profundamente y os respeto por quienes sois, tanto en vuestra luz como en vuestra oscuridad.
Apelo a todos vosotros, portadores de la nueva consciencia de hoy. En mi vida, yo llevé una antorcha de luz y quise compartirla con la humanidad. Fui un ser humano en todos los aspectos, exactamente igual que vosotros. Sentí ira y desesperación, al igual que vosotros, pero también hubo momentos de profunda conexión con mi alma. Estaba evolucionando a nivel interno, justo lo mismo que estáis haciendo vosotros. Es importante que dejéis de considerarme como un ser perfecto, como un maestro que está por encima de vosotros. Soy vuestro hermano, vuestro amigo, y no estoy aquí para juzgar ni predicar. Lo que quiero es compartiros mis sentimientos de compañerismo, por tanto, sentid, por favor, mi respeto hacia vosotros.
Me gustaría deciros «¡Hola!» a cada uno de vosotros individualmente. Por favor, sentid mi presencia en vuestro corazón. Estáis preparados para cambiar, preparados para admitir quiénes sois realmente. Sois seres eternos que habéis viajado a lo largo y ancho del universo durante muchas, muchas vidas. Sin embargo, os habéis acostumbrado a haceros pequeños y a mediros según los criterios de la sociedad. Pensáis en vosotros como hombre o mujer, rico o pobre, sano o enfermo, y os definís en esos términos. ¡Pero sois mucho más que eso!
Sois tan libres… Pero la mayor tragedia de convertirse en humano en la sociedad actual es que perdéis vuestro sentido de libertad. La Tierra ha estado envuelta en una atmósfera de miedo durante tantos siglos que la gente se ha ido desconectando de su poder y creatividad originales. Cuando os sentís separados de vuestra propia esencia, empezáis a comportaros según lo que se considera «aceptable» y perdéis vuestro equilibrio.
Cuando os desconectáis de vuestra alma, os sentís básica y permanentemente perdidos, por lo que empezáis a intentar llenar el vacío, el agujero que notáis en vuestro corazón, con cosas de fuera. Buscáis llenar ese vacío con posesiones o poder, o evadiéndoos con ensoñaciones de relaciones románticas perfectas, lo que puede llevaros a haceros adictos a determinadas cosas o pautas de comportamiento. No obstante, el problema raíz es que os sentís desconectados de vuestra propia esencia, de vuestra alma.
Un trabajador de la luz es una persona que ya no soporta vivir separada de su alma. Es alguien que siente una especie de anhelo, una especie de nostalgia en su corazón y que, a medida que evoluciona, empieza a darse cuenta de que nada de lo que le viene de fuera puede llenar ese vacío, razón por la cual los trabajadores de la luz se interesan tanto por la espiritualidad; se convierten en buscadores en la senda espiritual. Emprenden su búsqueda porque se sienten heridos interiormente, pero sus heridas no son solamente sus heridas. La herida de la separación es común a toda la humanidad, si bien una amplia mayoría de la gente sigue buscando soluciones fuera de sí misma.
Los trabajadores de la luz son conscientes de que la respuesta está en el interior y, debido a ese conocimiento, están hechos para ser maestros y sanadores. No obstante, muchos padecen una gran falta de autoestima. De niños y a medida que crecen, van asimilando muchos de los juicios que emiten su familia y la sociedad. Quizás sientan, por ejemplo, que no son tan ambiciosos como a sus padres les gustaría. Generalmente son muy sensibles y necesitan retirarse y pasar tiempo a solas y tranquilos para permanecer centrados. A menudo son idealistas y muchos poseen talento artístico.
Como trabajadores de la luz, parte de vuestra misión consiste en introducir en la Tierra un nuevo tipo de consciencia, pero, para lograrlo, es imprescindible que creáis firmemente en vosotros mismos. Tenéis que confiar en la voz de vuestra propia intuición y en vuestros sentimientos. No de una manera egocéntrica —por ejemplo: «Estoy más evolucionado que los demás»—, sino desde el corazón: valorando y respetando quienes sois, pues así es como vuestro corazón puede hablaros. La trampa en la que caen muchos trabajadores de la luz es que se pierden en sentimientos de inferioridad y descartan sus auténticos deseos y necesidades. Es preciso que desarrolléis una personalidad fuerte para ser capaces de desconectaros de las ideas de la sociedad y ser vosotros mismos.
Y eso es lo que hoy quisiera enfatizar: la importancia de ser fuertes y autoconscientes, lo cual tiene que ver con vuestra energía masculina. Cuando yo vivía en la Tierra, hace unos 2000 años, necesitaba aislarme a menudo con el fin de recordar quién era. Había a mi alrededor un montón de energías confusas, en particular las de las expectativas de la gente que me era más cercana. Necesitaba protegerme de todo aquello y permanecer conectado con mi yo superior. Con frecuencia me iba solo al desierto para sentirme muy cerca de Dios, del Espíritu, y mantener mi confianza.
Y lo mismo os ocurre a vosotros. Habitáis en dos mundos: tenéis un pie en la sociedad humana actual y otro en la dimensión de vuestra alma, en vuestro reino de origen. Es preciso que no perdáis pie en esa dimensión, de lo contrario la presión social puede llevaros a la parálisis y el miedo. Necesitáis que vuestra energía masculina diga «no» con decisión a aquellas exigencias y expectativas que notéis que no son apropiadas para vosotros. En este sentido, tenéis que ser como guerreros, aunque no de los que luchan y pelean contra otros. Ser un guerrero significa que permanecéis fieles a vosotros mismos, que os desconectáis con frecuencia del mundo que os rodea y que prestáis atención a lo que vosotros sentís, a lo que vosotros intuís. Significa que confiáis en vuestra guía interior.
Voy a pediros ahora que imaginéis que viajáis al desierto conmigo y que llegamos allí de noche. La temperatura ha refrescado y podéis ver el cielo plagado de estrellas brillantes. Imaginad que estáis allí conmigo y sentid el misterio de la inmensidad que nos rodea —sentid el misterio de la vida. Buscad un sitio para sentaros. Relajaos y adentraos en vosotros mismos. El desierto es como un umbral que da paso a vuestro propio templo interior. Entrad en él. Dentro de ese templo os sentís conectados con la plenitud de la Tierra y con todas las estrellas del firmamento.
Cada uno de vosotros es un ser grandioso e inmenso. Afirmad: «Acepto mi grandeza. Soy diferente. Estoy aquí para traer una nueva consciencia». Recordad de dónde procedéis: un lugar de serena sabiduría del que fuisteis llamados para bajar a la Tierra en estos tiempos. Estáis aquí para sanar vuestras heridas internas y, también, para servir de ejemplo a los demás. Os estoy pidiendo que os toméis en serio.
En el interior de vuestro templo aparece un guía que desea ofreceros ayuda o consejo. Recordad que vuestros guías son vuestros amigos —¡de verdad! Sois almas profundamente afines pero, como ellas están al otro lado, pueden ver las cosas con mayor claridad de lo que vosotros las veis con vuestros ojos humanos. Cuando dejéis que vuestros guías se aproximen, reconocedlos como amigos y percibid una sensación de familiaridad. Luego, preguntadles qué es lo que necesitáis saber en este mismo momento. Si os sentís preocupados o tristes por algo que esté ocurriendo en vuestra vida, se lo podéis contar. Sentid que tenéis mucha ayuda y orientación en ese lado, en esa dimensión.
El aprecio por lo que hacéis es enorme y vuestros guías solo están ahí para recordaros cosas que en realidad ya sabéis. Antes de que bajarais a la Tierra y os encarnarais en vuestro cuerpo actual, erais seres profundamente conscientes. Vuestros guías son los representantes de la dimensión de vuestra alma, por tanto, sentid que estáis conectados con ellos.
Imaginad ahora que abandonáis el templo y que os lleváis su energía de regreso a la Tierra. Permitid que la energía de vuestro yo superior, de vuestra alma, esté plenamente presente en vuestro cuerpo mientras escucháis o leéis estas palabras. Y sed conscientes de que el mundo os necesita; el mundo necesita esa energía particular de vuestra alma.
Quisiera daros las gracias por vuestra valentía y perseverancia. Os respeto profundamente y, aunque os sintáis confusos o estéis sufriendo, yo puedo ver que vuestra luz sigue brillando intensamente. Estoy aquí para recordaros esa luz y convenceros de mi confianza en vosotros.
© Pamela Kribbe
Traducción de Laura Fernández
One thought on “Habitante de dos mundos: la misión del trabajador de la luz”
Este mensaje era Justo lo que necesitaba escuchar en estos momentos y me ha conmovido hasta las lágrimas, es más no puedo parar de llorar de lo mucho que me ha tocado el corazón.
Gracias infinitas por estos mensajes de Jeshua. Mi hermano mi amigo.