La danza con la oscuridad
Pamela Kribbe canaliza a Jeshua
Queridos amigos,
Soy Jeshua. Os saludo a todos. Vengo a vosotros como un amigo cómplice, un igual; aceptadme como a un hermano. Mi deseo es estar junto a vosotros y tomaros de la mano.
Es más fácil para mí ver la vida desde una perspectiva más elevada y amplia que para vosotros, que estáis en el plano terrenal. El propósito de la vida en la Tierra es que quedéis parcialmente inmersos en la ignorancia, en la densidad de vuestro entorno terrenal, y que viváis esa experiencia desde dentro. Hacer tal cosa no es, ciertamente, nada fácil, pero cumple un propósito.
Cuando estáis en los reinos más elevados, en las esferas celestiales, tal y como las llamáis, apenas hay resistencia. La vivencia del amor que os rodea os resulta natural. Atraéis a vosotros aquello que más os conviene en cuanto a circunstancias y, también, en cuanto a las energías y las almas con las que os relacionáis. Se da un intercambio fluido entre vosotros y el entorno, el cual es un reflejo de vosotros mismos, por lo que os halláis relativamente libres de bloqueos. Aún queda algo de «limpieza», por así decir, que hacer, pero todo transcurre fácilmente y con fluidez, algo que podéis echar mucho de menos cuando estáis aquí, en la Tierra.
Aquí abajo no existen esa liviandad ni facilidad, y no siempre estáis rodeados de personas afines. En vuestra vida os encontráis con muchos y variados niveles de consciencia. Además, nacéis como criaturas vulnerables en familias cuya energía no suele reflejar vuestra esencia más elevada o no está armonizada con vuestra energía natural. En la energía de una familia a menudo perviven miedos y creencias limitadoras que absorbéis como esponjas. Y esto no podéis evitarlo, pues, durante vuestra niñez terrenal, no estáis del todo en contacto con vuestra alma ni con el conocimiento que tenéis a nivel del alma. Mientras sois niños, estáis completamente inmersos en la materia, en un cuerpo, con el fin de adquirir experiencia terrenal, lo que significa que absorbéis, sin filtros ni restricciones, energías que, de hecho, no os pertenecen. Solo más tarde empezáis a discernir lo que de verdad es vuestro y lo que no.
Ahora, preguntaos —y esto es algo que os deberíais preguntar constantemente—: «¿Por qué entré en esta danza, la danza con la ilusión, la danza con la seducción, la danza con la oscuridad?». Porque la oscuridad quiere transformarse a través de vosotros. Sois ángeles de luz. Quisisteis entrar en la danza con la materia y la incertidumbre en virtud del profundo amor que hay en vosotros.
En vosotros mana una fuente profunda, creadora, inspirada; y eso es lo que sois. Eso es vuestra alma. Y, en cada alma, esa fuente creadora, ese flujo imparable de vida, desarrolla su propio y exclusivo resplandor. Cada uno de vosotros es su propio ser —único—; ninguno de vosotros es igual a nadie. Y habéis venido aquí con el propósito de dar forma, cada uno a vuestra manera, al amor latiente en vuestro ser, así como a afrontar vuestra oscuridad interior y transformarla. En realidad, la oscuridad equivale a lo desconocido, a lo nuevo, es una aventura. Y si ello os asusta, entonces os sentiréis perdidos e inseguros.
Generalmente, un alma se siente tan abrumada por lo nuevo, lo desconocido y la oscuridad que empieza a dudar de sí misma y a decirse: «No puedo hacer esto. No sé quién soy ni dónde estoy. He perdido mi rumbo». Por tanto, el alma necesita autoconsciencia para completar su viaje y realizarlo con alegría. Y para eso estoy yo aquí: para recordaros quiénes sois y la consciencia que desea nacer en vosotros.
Sois creadores. Creadores sumamente poderosos. Y estáis aquí para abrazar la oscuridad y transformarla. Al principio, pensáis que no vais a ser capaces, que vais a ser engullidos por la oscuridad y la ignorancia, y que os vais a perder. Pero llega un momento en el que os dais cuenta de quién es quien contempla la oscuridad y la experimenta. Quién es esa fuente poderosa, ese ser que una y otra vez retoma la danza con la ilusión y la ignorancia. En ese momento, vuestra mirada se aparta del exterior y se dirige hacia dentro, y descubrís quiénes sois.
A estas alturas, todos vosotros estáis involucrados en este proceso; todos lleváis largo tiempo haciendo este viaje. Ya estáis descubriendo vuestra luz interior. No obstante, siguen dándose momentos en los que dudáis y volvéis a dirigir vuestra mirada hacia el exterior, por lo que os encontráis con esas energías negativas que vibran ahí fuera y que se sustentan en el miedo. Dichas energías instilan el miedo en vosotros y, al experimentarlo, volvéis a alejaros de vuestra esencia.
Yo estoy aquí para ayudaros a dirigir nuevamente vuestra mirada hacia el interior, hacia la fuente de amor y conocimiento que sois. A veces me resulta frustrante ver que me consideráis como un maestro que está por encima de vosotros. Con todo, mi intención es que mantengáis vuestro foco en el hecho de que somos iguales, de que lleváis en vuestro interior la misma fuente de conocimiento que yo, y que no procede que os consideréis inferiores con respecto a mí. No es esa la intención; en sí misma, tal cosa es una ilusión. Yo estoy aquí para quebrar esa ilusión y pediros que colaboréis conmigo en ello, pues os necesito.
Hubo un tiempo en que fui el representante de una nueva consciencia en la Tierra, pero no pude sino plantar unas cuantas semillas. En aquella época, las posibilidades eran reducidas, pero, hoy en día, las posibilidades son mucho mayores. Imaginad que cada uno de vosotros es una de esas semillas, una que quiere germinar ahora —que está preparada para germinar.
Imaginad que os veis ante una parcela de terreno fértil. Veis la semilla en la tierra y sentís el potencial de vida en su interior. El sol brilla sobre el suelo húmedo y fértil, y ahora veis en vuestra imaginación que la semilla empieza a desarrollar raíces y brotes. Sentid cómo se hunden sus raíces en la tierra y cómo aparecen diminutas hojas verdes a lo largo del tallo. Disfrutad de la belleza de esta planta y sentid que crece gracias a la atención que le prestáis en forma de deleite y admiración.
Sentid la Tierra y cómo acoge la planta. Fijaos en cómo crece y se fortifica hasta que queda firmemente arraigada en el suelo de la Tierra y sus amplias hojas son capaces de absorber grandes cantidades de luz solar. Poco a poco, esa planta diminuta va convirtiéndose en un árbol magnífico. Sentid de qué manera este árbol está conectado con los Cielos y la Tierra. Sed conscientes de su sistema de raíces y de cómo esas raíces absorben nutrientes sin esfuerzo. Es un proceso natural, así que no os cuesta percibirlo. El tronco es sólido y fuerte; el follaje, tupido y verde. El sol brilla en la copa del árbol y el árbol absorbe la luz, la luz del Hogar.
Mirad a ver si podéis mantener esta imagen e imaginaros a vosotros mismos, tal y como sois ahora, con vuestro cuerpo actual, sentados bajo ese árbol y recostados en su tronco. Absorbed la energía del árbol. Notad las energías del Cielo y la Tierra recorriendo vuestra espalda y sentid lo muy bienvenidos que sois aquí.
Se os necesita en la Tierra como transformadores de energía, si bien el trabajo que hacéis es, principalmente, un trabajo interior. Y cuando digo que «se os necesita», no quiero decir que tengáis que hacer un montón de deberes. Puede que una inspiración os lleve a realizar ciertas cosas, pero se trata, ante todo, de que preservéis la imagen de ese árbol. Estáis aquí debido a la consciencia de la fuerza e inspiración que ha brotado en vosotros, y eso es lo que contribuye a una visión más amplia.
Cada vez que creéis en vosotros y que confiáis en vuestra propia fortaleza y creatividad únicas, cambiáis la consciencia colectiva de una humanidad sumida en el miedo y el victimismo. En la Tierra ha habido personas que han ostentado el poder y que han hecho que sus subordinados, a los que sistemáticamente desposeían de su propio poder, dudaran de sus capacidades. Ese es un legado con el que también tenéis que lidiar. Un legado que pervive incluso en las sociedades modernas y libres. Un legado de miedo, represión e inseguridad en uno mismo. No subestiméis el poder de dicho legado.
Volverse hacia dentro, creer en uno mismo y en el propio poder, supone dar un gran salto. Es un salto de consciencia enorme, un giro de 180 grados. Es por eso por lo que lo que estáis intentando llevar a cabo es tan grandioso e impresionante. Ese es vuestro desafío, porque eso es lo que habéis venido a lograr. Nada os cautiva tanto como eso. Vuestro deseo es dar ese paso hacia vosotros mismos, conseguir que, tras tantos siglos y vidas aquí vividas, vuestro verdadero poder germine en la Tierra.
El último paso lo dais cuando reconocéis que el miedo que vive en vosotros es una ilusión. Ya empieza a haber momentos en los que os dais cuenta de ello; cuando vislumbráis vuestro auténtico potencial, vuestra integridad, vuestra divinidad. Solo que enseguida volvéis a quedar ofuscados por el miedo y la falta de confianza en uno mismo que envuelven la Tierra como una manta.
Esa ofuscación no es, desde luego, algo que solamente ocurra a nivel del individuo. Se trata de una manta colectiva que asfixia a todas las personas, y cuanto más intenta alguien quitársela de encima y liberarse de ese viejo legado, mayor es su sujeción. La presión colectiva entorno os lleva a permanecer atrapados y a no escapar, ya que en los seres humanos se da la tendencia a querer encajar, a pertenecer al grupo.
No obstante, escapar es justo lo que queréis hacer; huir del peso de viejas cargas, como las nociones de pecado, autoanulación y sumisión. Podéis visualizar esa vieja energía como un denso color gris, un lodo cenagoso en el que quedáis embarrados y atollados. Y yo os pido que no luchéis contra él, pues en ese caso podéis quedar todavía más atascados e, incluso, puede que paralizados por la mecánica de ese lodo, de esas viejas energías. En este sentido, el miedo quiere que luchéis contra él, porque eso hace que su dominio sobre vosotros sea mayor. En cuanto consideráis el miedo como un formidable adversario, ya os ha ganado. Porque al verlo como un enemigo real, os entregáis a él y, por tanto, os perdéis.
El miedo es, en el fondo, una ilusión que termináis pinchando como si fuera un globo para que se desinfle. No es un enemigo en el sentido de un adversario real; es una idea que tiene poder sobre vosotros. No es una cosa, no es un ser. Cuando comprendéis la vulnerabilidad que hay en vosotros, que ha estado en vosotros desde recién nacidos, y cuando empezáis a ver esa vulnerabilidad en otras personas, podéis perdonaros y perdonarlas por el poder que el miedo ejerce sobre todos vosotros. Cuando operáis desde una postura de perdón y comprensión, dejáis de estar bajo el dominio del miedo. En ese momento, os convertís en dadores, en fuente de amor. Os hacéis grandes en vez de pequeños.
Cuando sois grandes, el miedo no tiene poder alguno sobre vosotros y lo veis como un grito de ayuda: primero lo veis en vosotros y, luego, también en los demás, y esa es la forma correcta de verlo. El miedo es un grito de ayuda. El miedo es una necesidad y vosotros sois quienes podéis ayudar a hacer que esa necesidad desaparezca, pues podéis llenar esa falta, ese vacío.
El miedo puede ser transformado en amor. Eso es lo que sois y lo que podéis hacer. Os pido que os lo creáis, pero os entenderé incluso cuando volváis a perder esta perspectiva. Es por eso por lo que siempre estoy presente. Y conmigo hay muchos otros igualmente involucrados en este grandioso proceso. Quieren apoyaros en lo que estáis haciendo —son vuestros guías, vuestros Ángeles. Hay muchísima ayuda a vuestra disposición. Sentid esa ayuda ahora mismo y abríos a ella. La intención es que utilicéis nuestra energía, por lo tanto, no temáis pedirnos ayuda. Nos encanta ayudaros. En verdad, estamos profundamente conectados con todos vosotros.
Gracias por vuestra atención.
©Pamela Kribbe
Traducción de Laura Fernández