Mantened la confianza
Pamela Kribbe canaliza a Jeshua
Queridos amigos,
Soy Jeshua, vuestro hermano. No estoy por encima de vosotros, sino a vuestro lado. Quisiera tocar vuestro corazón, ese lugar donde sentís que sabéis. Os pido que salgáis de la cabeza, de vuestras rutinas de pensamiento, y que estéis aquí presentes desde vuestro corazón.
Hacer tal cosa ya no os resulta natural, pues se os ha entrenado para estar en el mundo desde una perspectiva mental: para analizar la vida, para comprenderla intelectualmente y para estar absolutamente seguros de algo antes de hacer alguna elección o de tomar decisiones. Sentid por unos instantes lo mucho que pasa por vuestra mente durante vuestras acciones y conversaciones cotidianas con otras personas. Imaginad, como si pudierais palparla, la gran cantidad de energía que se mueve alrededor de vuestra cabeza. Daos cuenta de lo activa que está la mente en vuestra vida diaria. Pareciera que siempre hay muchísimo que hacer, arreglar y organizar; os bombardea tal cantidad de información y estímulos que, sencillamente, no sois capaces de asimilarlo todo y, sin embargo, vuestra mente se esfuerza por gestionar todas esas impresiones.
Ahora bien, existe otro motivo por el cual no os sale espontáneamente ver y sentir las cosas desde el corazón. El corazón es profundo; tiene picos y valles emocionales que muchos de vosotros teméis, como si fueran una ola que os empujara pero sin saber adónde. Los sentimientos se consideran «peligrosos», creencia que habéis heredado de vuestra tradición.
Muchas cosas han ido cambiando con el tiempo, pero aún pervive ese miedo a los sentimientos y emociones más intensos. Sin embargo, solo podéis acceder a los dominios del alma a través de hondos sentimientos y emociones. El alma no tiene ningún «mensaje» para la mente. La cabeza y sus pensamientos únicamente son necesarios cuando estáis interactuando con el mundo exterior y hay cosas que tenéis que hacer. Pero, de hecho, las decisiones y elecciones subyacentes se toman y llevan a cabo en otras dimensiones. La dimensión del alma está directamente vinculada con la dimensión del sentimiento, de la emoción, del corazón.
Ahora bien, exige determinación y un gran esfuerzo salir de la cabeza, puesto que se trata de una carga colectiva que todos soportáis. Por eso, os pido que llevéis vuestra atención, muy deliberadamente, hacia la zona del corazón —que salgáis de la cabeza y vayáis al corazón. Sentid la corriente de luz que allí circula. Lo sepáis o no, la luz está allí siempre. Vuestra alma está siempre conectada con vosotros, incluso aunque no seáis conscientes de ello por tener vuestros pensamientos ocupados con otras cosas. Pero podéis haceros conscientes de esa conexión llevando regularmente vuestra atención al corazón y al resto del cuerpo. Vuestro cuerpo está en contacto directo con vuestro bienestar emocional. ¿Cómo os sentís de verdad? No cómo deberíais sentiros ni cómo creéis que se supone que habéis de sentiros.
El cuerpo es espontáneo y auténtico. Notad cómo se siente en conjunto. ¿Está tenso? Pues aflojad la tensión. Probad a soltar el estrés haciendo que resbale por vuestros músculos. Conectad con la Tierra: esa Madre emotiva y amorosa que os sostiene. No piensa, pero lo sabe todo. Sentid su amor por vosotros y sabed que os acoge aquí como hijos suyos. Sentid vuestros pies firmemente plantados en la Tierra. Dejad que su energía fluya a través de vosotros para relajaros aún más y sentiros bienvenidos en la dimensión del sentimiento de la Tierra y de vuestra alma. La Tierra y el alma van de la mano, pero, en el pasado, se os hizo creer que tal no era el caso. Se os dijo que el Paraíso y la Tierra están separados; que la Tierra es el reino de lo imperfecto: del deseo, la sensualidad, el pecado; y que el Paraíso es ese lugar elevado en el que solamente prevalecen el amor y la sabiduría. Pero estas ideas no son la verdad, así de sencillo; son ideas falsas, erróneas.
El Paraíso llega hasta la Tierra en forma de alma —vuestra alma— encarnada. Entrar dentro de un cuerpo de carne y hueso es algo que vuestra alma celestial decide hacer conscientemente. El alma no está aquí para hacer ninguna penitencia ni a causa del karma ni para transcender pecado alguno. Vuestra alma está aquí para traer luz a la Tierra conectándola con el Paraíso y para experimentar su belleza: la belleza de las plantas, de los animales, de los humanos. Todo en esta Tierra rebosa vida como resultado de ese impulso de crecimiento y expresión, pero todo ha sido condenado por vuestra tradición, lo cual es una gran tragedia. Cada vez que convertís el corazón en vuestro centro, en el eje de vuestro ser, reconectáis el Paraíso con la Tierra, el alma con la Tierra.
La expresión natural del alma cuando está encarnada se percibe como alegría, amor terrenal, espontaneidad y conexión, como en un gran baile, con todos los demás seres vivos de la Tierra. Resulta estimulante, emocionante, creativa, innovadora. Toda vuestra tradición de dogmas represivos, reglas y disciplina es hostil a la vida; niega el ser mismo de la Tierra y la esencia de vuestra alma. Dejad esa tradición en el pasado. Afirmaos en toda vuestra humanidad y seguid nuevamente los dictados de vuestro corazón. Sentid lo que ocurre en vuestro corazón, aquí y ahora mismo.
Imaginad a una mujer bailando en vuestro corazón. Es una mensajera de vuestra alma. Miradla bien —o, si acaso no la podéis ver con claridad, sentidla. Dejad que os hable. Dejad que os diga lo que quiere, lo que le apetece hacer, lo que la hace sentir alegre y ligera —la alegría está permitida, es algo bueno. La inspiración siempre viene acompañada de una sensación de alegría y ligereza, y estas son energías que no armonizan con un exceso de pensamiento.
Quisiera ahora decir algunas cosas sobre «la noche oscura del alma». El alma se encarna en la Tierra y, como ser humano, en cada uno de vosotros con un objetivo: manifestarse en la materia y, de esa manera, llegar a conocerse mejor, disfrutar, evolucionar y crecer. Ese es el flujo natural del alma, su dirección natural. Pero en vuestro mundo y en la sociedad en la que vivís operan fuerzas contrarias que interrumpen ese flujo. Vuestras inclinaciones naturales —aquello que queréis hacer o que sentís que es bueno para vosotros— quedan quebrantadas desde muy pequeñitos. Casi todas las personas han visto alterada su percepción espontánea de quiénes son y les cuesta mucho detectar la verdad de sus corazones. Si bien hoy se están produciendo muchos cambios y se abren nuevas rendijas por donde se cuela la luz, al mismo tiempo tenéis que lidiar con un agobiante legado del pasado, por lo aún queda mucho miedo y tristeza en el corazón de las personas.
Muchos de vosotros a los que hablo —y que me reconocéis— sois quienes escucháis la llamada de vuestro corazón. Sois quienes en vuestro interior sentís claramente que: «Quisiera que las cosas fueran distintas; quiero vivir según mi verdad; deseo escuchar la llamada de mi alma y vivir con autenticidad». Ese deseo, esa toma de consciencia, a menudo despierta paulatinamente a partir de algo que leéis o de algo que alguien os dice, o es fruto de la inspiración que otra persona ha provocado en vosotros.
A medida que se expande, esa consciencia activa una serie de fuerzas contrarias, pues cada uno de vosotros, como seres humanos terrenales que sois, ha asimilado —y no podía ser de otro modo— la energía colectiva del pasado. Debido a vuestros padres, a vuestra familia, a vuestra educación, a toda vuestra cultura y sus maneras de pensar, tenéis un pie puesto en la opresiva tradición del pasado, la cual opera en contra de la verdad de vuestro corazón.
En cuanto empezáis a hacer sitio en vuestra vida al ritmo de vuestro corazón, a la voz de vuestra alma, os las tenéis que ver con fuerzas opuestas que os dicen: «¡No lo hagas, es peligroso! No puedes evadirte de todo así como así, no puedes seguir sin más la voz de tu sentimiento. Sé razonable; tienes que adaptarte». En ese momento aparecen las dudas: el miedo al rechazo, el miedo a la falta de dinero, el miedo a ser ridiculizado, a ser visto como un loco. Todos estos miedos surgen, en mayor o menor medida, cuando os alineáis con vuestra alma, y esto puede convertirse en una «noche oscura del alma». Lo que ocurre entonces es que esas fuerzas opuestas —los miedos, las dudas, la soledad— son tan poderosas que dejáis de percibir o sentir la luz de vuestra alma, que fue lo que inicialmente os impulsó.
Al mismo tiempo, ya no podéis volver a vuestra antigua forma de vivir porque sabéis que no os satisface, y saberlo os hace profundamente infelices. No podéis retomar relaciones que no os proporcionan alegría. No podéis retomar un trabajo que no encaja con vosotros ni una situación o un estilo de vida que os hace sentir muertos por dentro. Con todo, tampoco podéis ir hacia delante debido a los miedos que os agarrotan. Y es aquí donde se produce el auténtico punto de inflexión hacia la transformación. Vuestra vida actual tiene que ver con todo esto.
Lo nuevo todavía no se ha hecho presente, el poder de vuestra alma aún no puede expresarse claramente en vuestra vida, lo cual os hace dudar, y ello puede deberse a varias razones. Pueden darse circunstancias externas que os mantienen en esa «tierra de nadie», en ese vacío, pero también puede tratarse de un proceso interno. Todos lleváis acumulados multitud de sentimientos, y no solo de esta vida, sino también de las otras vidas que habéis tenido en la Tierra. A menudo cargáis con un «equipaje interno» que desea ser reconocido y sanado en esta vida. Sabed, por tanto, que en este tipo de fase crítica, en una «noche oscura del alma», es mucho lo que puede salir a la superficie.
Os animo en serio a tolerar el dolor, la pérdida o el temor que sentís. A que permanezcáis con esos sentimientos, manteniendo la confianza de que se trata de una travesía, no de un destino; confiando en que este proceso es necesario. Aunque estéis pasando por una época oscura, aunque todas vuestras certezas se desvanezcan, mantened la confianza. Todavía no estáis listos y aún no podéis comprender ni por qué ni adónde os lleva. La puerta del alma está abierta solo a medias. Os pido que, a pesar de ello, confiéis en la luz de la propia vida. El universo, el cosmos, es un todo amoroso; no desea castigaros ni haceros daño. El propio castigo o dolor carecen de beneficio alguno. El dolor y el sufrimiento surgen porque no confiáis en un futuro mejor, en la luz que os guía y quiere brillar.
A menudo miráis al pasado con nostalgia y, cuando os sentís desesperados, quisierais volver a las certidumbres que en su día tuvisteis, pero que ya no están allí. Estáis realmente en camino hacia algo nuevo, algo que aún no identificáis ni reconocéis. Vuestra alma os ha atraído; vuestro corazón os ha hecho saber que es bueno recorrer el camino de lo nuevo. No obstante, cuando tenéis que lidiar con fuerzas opuestas, podéis sentiros paralizados y muy asustados.
Os pido que, en este mismo momento, invitéis a vuestro niño interior, esa parte vuestra que representa lo espontáneo e instintivo, a acercarse a vosotros. Es vuestra parte más vulnerable y es, en muchos sentidos, como un niño indefenso que no puede cuidar de sí mismo en este mundo. Aún es pequeño, pero, al mismo tiempo, alberga una poderosa fuerza, ya que permanece muy cerca de vuestra alma, al igual que un bebé recién nacido está cerca de su dimensión de origen. Invitad a ese niño a adentrarse con vosotros en vuestro corazón.
Imaginad a vuestro niño interior delante de vosotros. Veos a vosotros mismos en ese niño o en cualquier otra imagen que os venga a la mente. Mirad si el niño está asustado por algo o si necesita consuelo. Recordad que el deseo de probar algo nuevo y de cambiar realmente vuestra vida os pone, desde una perspectiva muy humana, en una posición vulnerable, pues resulta muy humano evitar abandonar aquello que os hace sentir seguros. Vuestro niño puede sentirse desplazado o confuso, por tanto, tomadlo de la mano. Sentid el enorme poder que hay en vosotros. Sois capaces de proseguir por el camino de vuestra alma, vuestro «Yo», con las experiencias terrenales que habéis acumulado. El hijo de la Tierra es capaz de seguir al alma.
Y si acaso sentís que la conexión con vuestra alma, con la fuente de sabiduría en vuestra vida, os elude, invocad vuestra propia fuerza, vuestra auténtica esencia. Creed en vosotros y dejaos llevar por las fuerzas de la Tierra y del universo. Incluso aunque tengáis la sensación de que avanzáis a ciegas y de que no podéis ver el camino ante vosotros, aferraos a vuestra confianza interna. No os vayáis a la cabeza, porque no es de allí de donde vendrán las soluciones. Los pensamientos generan casi siempre más miedo, por tanto, encontrad ese espacio de tranquilidad en vuestro corazón.
Para terminar, quisiera pediros a todos los aquí presentes que llevéis vuestra atención a la zona del corazón y permanezcáis allí en silencio. Y luego, que sintáis que compartimos un campo unificado. En vuestro corazón sabéis que estáis conectados con todos los demás corazones, que no hay separación. La mente separa, pero el corazón conecta. Percibid el campo de luz blanca y sanadora que nos une. Sentíos reconfortados y reconocidos; sois hijos del Cosmos. A todos se os brinda generosamente el ser vosotros mismos, desarrollaros y disfrutar al máximo. ¡Gozad de quienes sois!
Gracias por vuestra atención.
© Pamela Kribbe
Traducción de Laura Fernández
One thought on “Mantened la confianza”
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