No temáis la soledad
Pamela Kribbe canaliza a Jeshua
Queridos amigos,
Soy Jeshua. Os saludo con amor y amistad. Nos hallamos entre pares.
Formáis parte de un grupo de almas que han venido a la Tierra para ayudar con un cambio de consciencia que afecta al mundo entero. Es un cambio fundamental de perspectiva en los modos de ver, sentir y actuar. Este cambio es ineludible porque la vida en la Tierra está cambiando. La consciencia desea expandirse. Y no solo entre los humanos, sino también en la naturaleza: en los reinos animal y vegetal, en toda la Tierra. Hay una necesidad de renovación, de renacimiento.
Vosotros habéis oído la llamada de la Tierra y de la humanidad. Queréis participar en esta transformación de la consciencia y sois pioneros y líderes; a veces, en contra de vuestros propios deseos. En vuestro corazón lleváis una cosa: una floreciente consciencia del corazón que os hace idóneos para ese papel de precursores, de innovadores. Sentidlo en vuestro corazón.
Conectad con él. Sentid la expansión y el silencio en vuestro corazón, y sabed que estáis a la espera de algo —una renovación. Queréis facilitar la nueva realidad en la Tierra, es lo que estáis llamados a hacer. Es un impulso que os viene de dentro, pues es vuestra alma quien os lo está pidiendo.
En vosotros hay amor por la vida en la Tierra. En cierto modo, sois como un padre y una madre para la vida en la Tierra, para la consciencia del planeta. Queréis ayudar a que tanto ella como vuestra propia singularidad florezcan; deseáis manifestar vuestra auténtica naturaleza. Sentid la energía afectuosa, amorosa, de vuestro corazón, es una expresión de lo que sois. Sentid el cariño y el amor que ansiáis compartir con la Tierra y con todos los seres. Sois almas maduras. Habéis experimentado mucho y habéis pasado por muchas cosas a lo largo de todo tipo de vidas en la Tierra y en otros lugares.
Esta vida actual es una vida de integración, de culminación, en la que recuperáis nuevamente todas esas partes vuestras que habíais perdido y las rodeáis de luz para que la flor que sois pueda abrirse y florecer, y de esa manera propagar su esplendor, su luz y su dulce fragancia. Sentid esa flor en vuestro corazón. Observad si hay algo que la simboliza: un color, una forma. Visualizad o sentid la flor en vuestro corazón y preguntaos cómo podríais enraizarla en la Tierra y, más concretamente, en vuestra realidad cotidiana. Imaginad la flor en su aspecto más radiante, pura y prístina, y matizada por tantas experiencias. Apreciad lo valioso que es este regalo que tenéis para compartir en la Tierra. Luego, haced la pregunta: «¿Hay sitio para esta flor en mi día a día, en el trabajo que desempeño, en el entorno en el que vivo?».
Pensad en una situación en la que os encontréis a menudo, ya sea en el trabajo o en una relación, y en la que tengáis dudas o sintáis que algo falla o no fluye bien. Imaginad que estáis en medio de esa situación y observad cómo repercute en la flor de vuestro corazón y cómo reacciona esta. La flor es un ser vivo: se nutre o se marchita según determinadas influencias o situaciones. Mirad a ver qué podéis hacer para sentiros bien en ese ambiente o con esa gente o en ese trabajo. ¿Qué es lo que esa flor necesitaría para ser ella misma, sentirse inspirada y poder resplandecer?
A veces, esa flor de vuestro corazón necesita mayor protección. En ocasiones, absorbéis demasiado de vuestro entorno y de la gente que os rodea: energías que pueden agotar la vuestra porque no os sientan bien. Si absorbéis demasiado o dais demasiado —y cargaros en demasía con la energía de los demás es una forma de dar—, vuestra flor se debilita, se seca. Para no perder vitalidad, es imprescindible que pongáis coto a lo que dejáis entrar y que os protejáis.
Considerad lo que os vendría bien en esa situación y qué tipo de límites os serían más útiles —y luego, daos a vosotros mismos, energéticamente, eso que necesitáis. Imaginad que envolvéis la flor de vuestro corazón en un color o una fuerza que la protege por completo. O quizás visualicéis algo totalmente distinto: por ejemplo, un símbolo, como un caballero con armadura o una espada, o una especie de frontera bien delimitada. Permitíos poner unos límites firmes para un corazón abierto.
A muchos de vosotros se os plantea un problema, un asunto espinoso. Vuestro corazón está abierto y así es como debería permanecer, porque, en vuestro viaje evolutivo como almas, esa es la fase en la que ahora estáis. Vuestro corazón está abierto conscientemente y muy desarrollado —es lo que sois. Al mismo tiempo, sin embargo, os movéis en un mundo, en un entorno energético, donde la energía del corazón de numerosas situaciones solo está latente, aún no ha despertado del todo. Hay mucho miedo, hostilidad e incomprensión, en otras palabras, mucha negatividad, y es preciso que os protejáis de todo ello.
¿Cómo hacerlo? Siendo conscientes de cómo os afecta la energía de fuera, evitando dar lo que os es imposible dar y no dando nada allí donde no es bien recibido. Es decir, discerniendo con precisión dónde se valora vuestra energía, dónde fluye y dónde no. Allí donde no fluye, donde hay resistencia, se vuelve en vuestra contra. Esto puede resultar doloroso, ya que a veces estáis muy comprometidos con la otra persona, sobre todo cuando se trata de alguien cercano o a quien apreciáis. Si esa persona es incapaz de recibir vuestra energía porque su corazón no está abierto de la misma manera que el vuestro, significa que entre vosotros hay una distancia. Cuando sabéis cómo protegeros, surge un cierto sentimiento de retirada que podéis experimentar como algo doloroso. Pero cuando no sabéis, cuando os entregáis demasiado, os perjudicáis a vosotros mismos y priváis de vitalidad y energía la flor de vuestro corazón. Por tanto, aceptad que vuestro amor ha de ser disciplinado y estricto, y cuidadlo bien.
A menudo teméis la soledad y sentiros solos. Debido precisamente a vuestra fase de evolución y a que, en general, no podéis vibrar con las energías que os rodean, os distanciáis de los demás o no os sentís a gusto en el mundo. Esto forma parte de vuestro camino. Sois distintos; traéis algo nuevo. No temáis la soledad. Para permanecer fieles a quienes sois y permitiros realmente la suficiente protección, es necesario que conectéis únicamente allí donde sentís que sois bien recibidos, allí donde se os aprecia. Cuando os deis permiso para adoptar esta estricta disciplina, que en el fondo es una manera de afirmaros, y aprendáis a funcionar con ese rigor, atraeréis vínculos con el mundo que os nutrirán y os inspirarán.
Si elegís muy conscientemente aquello que os hace sentir bien, aquello que verdaderamente os inspira, al principio parecerá que todo lo que alguna vez os importó se derrumba, pero así abrís el camino para algo nuevo: para un mayor espacio personal, para una auténtica autorrealización. Aprended a recibir; no estáis aquí solamente para dar. La flor de vuestro corazón se abrirá solamente si, al mismo tiempo que dais, también recibís.
Una consciencia del corazón evolucionada se enraíza en la realidad cotidiana y terrenal. Cuando cuidáis bien de vosotros mismos, respetáis la energía de vuestro corazón, respetáis el amor que ansía nacer en la Tierra. La consciencia del corazón que palpita en vosotros no está separada de la de otras personas: por definición, en la consciencia del corazón no existe separación. Cuanto más convencidos estéis de que la consciencia del corazón que lleváis en vuestro interior está protegida y cuanto más lúcida y libremente os mováis en el mundo, más fuerte será vuestra conexión con la consciencia del corazón total de la Tierra.
Entre vosotros y otras personas afines de la Tierra existe una conexión que no siempre podéis ver o sentir, pero que de todas formas está ahí —al igual que con amigos y guías que están en nuestro lado. Cuanto más os atreváis a ser quienes sois y a expresaros en la Tierra, más intenso y fuerte se hará ese lazo interior, esa conexión interior con vuestra familia álmica —con esos espíritus afines.
Para concluir, os voy a pedir que abráis vuestro corazón a las energías afines de la Tierra y del otro lado, nuestro lado. Sentid su amparo. No estáis solos, aunque a veces así os lo parezca. Hacia vosotros fluye un raudal abrumador de amor y benevolencia, de alegría y apoyo. Recibidlo; recibid esa energía. Permitid que os nutra y os inspire. Daos permiso para coger lo que necesitéis. Sois valiosos y, para dar forma a la nueva energía en la Tierra, tenéis que cuidaros bien, de manera que podáis convertiros en el canal que estáis destinados a ser. Así es como os conectáis.
Os saludo a todos con devoción y respeto.
© Pamela Kribbe
Traducción de Laura Fernández