Compartir la nueva Tierra con otros
Pamela Kribbe canaliza a María Magdalena
Amados todos, queridos hombres y mujeres,
Soy María Magdalena. Me siento como en casa al estar aquí con vosotros, en este país [Francia]. Cuando os hablo de esta manera, a través de un canal, mi alma establece durante unos momentos un contacto más estrecho, más íntimo, con la Tierra y recuerdo lo que se sentía al andar por estos campos, estas colinas y montañas, bajo este cielo. Disfrutaba de la infinita belleza de la naturaleza y del poder sustentador de la Tierra.
Esa belleza y ese poder naturales siguen aquí presentes y pueden sanaros desde dentro. Sin palabras, tan solo por estar aquí, hay una energía palpable que emana de este país, pero también de los habitantes que a lo largo de los siglos han vivido aquí y así lo han notado. En este lugar existe una apertura, una especie de portal hacia otra vibración esencial que no pertenece a este mundo físico. Os voy a pedir que estéis explícitamente receptivos a esa vibración y que la percibáis.
No es necesario que sintáis nada especial. Limitaos a dejar que la energía haga su trabajo. Lo que aquí converge es una energía tanto de la Tierra como del Cosmos. Soltad todo lo que en vosotros se sienta cansado y viejo. Desprendeos de ello, dejad de prestarle atención. Esa vieja energía quiere ser redimida, por tanto, dejadla ir. Ni siquiera tenéis que desear que ocurra, pues es algo que sucederá de forma natural. Pero sería buena idea que, para vuestros adentros, digáis «sí» al proceso.
Durante vuestra vida en la Tierra os suceden todo tipo de cosas y, a veces, no sabéis cómo lidiar con lo que se os cruza en el camino. Pueden ser acontecimientos externos o energías y emociones que brotan desde dentro y que os resultan difíciles de gestionar. Tened siempre la certeza de que, en cuanto que seres humanos, no tenéis que resolver solos todas esas cosas. Dentro de vosotros y a vuestro alrededor fluye una corriente que os ayuda. Esa corriente no procede solo de vuestra alma, sino también de un círculo más amplio de seres queridos, almas gemelas y espíritus afines —no estáis solos.
A veces, desde esa luz que os rodea recibís el impulso de hacer algo nuevo o de soltar algo viejo o de dejaros llevar por el fluir de la vida, incluso cuando no confiáis en ese fluir, y esto os genera un temor momentáneo. Dudáis de si podéis confiar en esas voces interiores, en esos empujoncitos de amor.
Todos habéis caído en el desaliento. En vuestro interior hay un lugar, rodeado de un muro de miedo y desconfianza, en el que os sentís solos y prisioneros. Pero ha llegado el momento de remontar el vuelo, de abrir las ventanas de esa prisión. La Tierra y los Cielos os llaman. Estamos aquí para liberaros, pero no podemos hacerlo solos, necesitamos vuestra ayuda. Tenéis que responder a nuestra llamada, tenéis que atreveros a confiar, a recibir y a sentir. Es necesario que veáis y sintáis todas las emociones que este proceso de liberación genera en vosotros, pero sin quedar atrapados en ellas, de manera que puedan salir volando, libres como pájaros. Es imperativo que aquello que ha quedado oculto y escondido en vosotros, aquello que se ha convertido en una oscura prisión, húmeda y fría, despierte a la voz del amor y a la llamada de la luz, pero no tenéis que hacerlo solos. La luz que os está llamando está presente, pero es necesario que aceptéis recibirla y que os dejéis llevar por la corriente.
Imaginad que vuestra prisión, cualquiera que sea el aspecto que le deis, tiene una puerta, delante de la cual están apostados dos guardas. Estos guardas vigilan la puerta y son vuestra reacción al dolor y al miedo que habéis experimentado en la vida, ya sea en esta o en vidas anteriores o en ambos casos. Observad quién está delante de la puerta. Vuestros vigilantes están convencidos de que están haciendo un buen trabajo y lo que quieren es protegeros de más dolor. Sin embargo, no se han dado cuenta de que, al protegeros de ese modo, también han impedido que viváis, que sintáis, que fluyáis. Dad a vuestros guardianes el respeto que merecen, pues han hecho una labor excelente. Aunque podríais verlos como una presencia negativa, lo cierto es que han sido ellos quienes os han ayudado a sobrevivir en esta dimensión densa y pesada que ha sido la norma hasta hace muy poco. Hablad con vuestros guardas y agradecedles su labor.
La psique humana es sumamente ingeniosa y capaz de crear lo que sea con tal de hacer que la vida sea soportable, a base de, por ejemplo, resguardaros de vuestra propia sensibilidad o de apartaros en algún rincón oscuro, pues vivir así parece mejor y más seguro que aquello a lo que habéis estado acostumbrados. Todos esos mecanismos son perfectamente comprensibles y concebibles a la luz de la compasión. Es algo que todos habéis experimentado. Todo comportamiento derivado de mecanismos de supervivencia que llevan a cerrar una puerta es profundamente humano.
Así pues, cuando hablo acerca de la nueva Tierra que está en proceso de materializarse y que está despertando actualmente en vuestros corazones, hablo de una realidad, de un mundo, que es a la vez profundo e intensamente humano. La nueva Tierra es un mundo rebosante de personas amables que se comprenden profundamente las unas a las otras porque todas ellas han experimentado los extremos de su humanidad y vivido con ella. Por humanidad entiendo los picos y valles de las emociones que están entrelazadas con vuestro cuerpo terrenal. Entiendo, por humanidad, experimentar la dinámica del cambio y del movimiento, y el hecho de volver a empezar —una y otra vez. Por humanidad entiendo apreciar la semejanza en los demás, aunque a primera vista solo se perciba la diferencia. Empezáis a buscar aquello que unos y otros tenéis en común; empezáis a comunicar entre vosotros desde ese lugar compartido y, al hacerlo, creáis unidad y hermandad. Este es el amor que la Tierra ha estado esperando durante tanto tiempo y ese amor está naciendo en el corazón de los seres humanos. La nueva Tierra cobrará forma a través de vosotros y de ese corazón que está despertando en todos y cada uno.
Decidles a los guardas de vuestra prisión que ha llegado el momento de cambiar. Imaginad, literalmente, que les dais un apretón de manos o una palmada en el hombro para agradecerles cuanto han hecho por vosotros. Apreciad su fuerza y su dignidad, pues se trata de reconocer la esencia luminosa de todas las energías que hay en vosotros. El reconocimiento de lo que tenéis en común con los demás no se aplica solamente a las relaciones externas, sino también a las que existen en vuestro interior.
En las energías más oscuras y negativas hay una esencia luminosa, un núcleo que anhela amor y un deseo de hacer el bien, aunque su proceder esté, a veces, muy distorsionado. Incluso la crueldad y el abuso de poder derivan de un deseo de amor que es incapaz de expresarse con confianza y claridad, y que fracasa a la hora de manifestarse de modo honesto y sincero. No pretendo con esto justificar tales comportamientos o energías, pero quiero despertar vuestra comprensión y permitiros sentir hasta qué punto el meollo de todas las emociones y conductas humanas es el mismo en todas las personas. Todos sabéis de esos miedos profundamente arraigados que retuercen y distorsionan vuestra vida emocional. Y todos sabéis de vuestra tendencia a querer controlar, a querer dominar la vida, a querer que los demás acaten vuestra voluntad. Todo esto es muy humano y, solo a partir del reconocimiento de que esa humanidad es la misma en todo el mundo, podrá nacer algo nuevo.
Mirad a ver si vuestros guardas pueden hacerse a un lado y abrir la puerta para liberar lo que está escondido. Esa puerta quiere abrirse, pues mantenerla cerrada consume muchísima energía. ¿Y qué es lo que quiere salir por esa puerta? ¿Quién o qué aparecería en vuestra vida? Dejad que salga y se aproxime. Puede que veáis o sintáis algo en forma de estado de ánimo o vibración. Puede que sea una parte de vosotros muy bonita, una parte que temíais que fuera demasiado hermosa y delicada para este mundo y que, por ello, habéis mantenido oculta. O quizás visualicéis un color o una flor.
También es posible que lo que quiere salir sea una parte de vosotros muy poderosa, una parte fuerte y decidida, firmemente plantada y con una idea muy clara de lo quiere. Es posible, así mismo, que visualicéis que lo que sale por la puerta es un animal que va a ayudaros a conectar con la esencia de su energía, por tanto, dejad que esa energía fluya libremente, por sí sola y sin forzarla. Sentid que las energías de la Tierra y del Cosmos están colaborando para que así ocurra, aquí y ahora. Y entonces, ahí estaréis, por fin libres, pues los grilletes del pasado pueden aflojarse. Cuando aceptáis y permitís vuestra humanidad y la de los demás, podéis ayudaros mutuamente a descubrir dónde encajáis mejor.
Naturalmente, en todos vosotros operan aún viejos mecanismos y, cuando abráis esa puerta interior, os vais a encontrar con ellos, pero no les deis más importancia de la que ya tienen. Lo viejo necesita tiempo para disolverse. Un árbol muerto permanece en el paisaje durante mucho tiempo, mientras la materia orgánica vuelve lentamente a la Tierra. Pero no sigáis viviendo a partir de esas partes de vuestro interior ya viejas y muertas.
Es humano y muy comprensible que, de vez en cuando, os veáis arrastrados por un remolino de dudas o tristeza, de miedo o pesimismo. Pero considerad todo ello desde una perspectiva de aceptación; es algo que tenéis ahí delante y que ya no tenéis que esconder; dejad que otros lo vean también. La luz de la nueva Tierra fluye a través de vuestra humanidad cada vez que os permitís abriros y ser vulnerables, cada vez que os mostráis dispuestos a escuchar la historia de otra persona y cada vez que evitáis juzgaros y juzgar a nadie. Ese fluir no se logra por medio de teorías espirituales ni de un conocimiento intelectual, sino por medio del corazón, por medio de vuestra humanidad. Esto es lo que materializará la nueva Tierra bajo vuestros pies y en vuestros corazones.
Quisiera, por último, animaros a que conectéis internamente con la energía de la Tierra; a que experimentéis el poder de la Madre Tierra y su sustento. Sois sus hijos, pero también sois maestros, pues traéis con vosotros algo nuevo: una luz de los Cielos. Sentid ese poder celestial derramándose sobre vosotros, abundante y generoso, como si fuera un foco encendido que os iluminara desde arriba, sin dejar a nadie fuera de su haz de luz. Sentid cómo se mezclan esos potentes rayos luminosos, los de arriba y los de abajo, y cómo os sostienen ambas energías.
Atreveos a rendiros a ese flujo de luz y a haceros más grandes. Atreveos a afirmaros en lo que sois. Sois hermosos y poderosos y llenos de gracia. No os dejéis distraer por esas viejas voces que os dicen otra cosa —toleradlas, pero confiad en vosotros. Sois portadores de una nueva luz en la Tierra. Es innegable. Sois los guardianes de la nueva Tierra y, como a tales, os saludo.
© Pamela Kribbe
Traducción de Laura Fernández