Confiad en vosotros
Pamela Kribbe canaliza a María Magdalena
Queridos amigos,
Soy María Magdalena. Soy vuestra hermana, un alma afín que os arropa en amor y amistad.
A menudo os sentís muy solos en vuestro viaje terrenal y esa sensación de separación parece tan real que, a veces, dejáis de sentiros conectados con el Todo: con vuestra luz interior; con aquello que trasciende todo lo terrenal y que a todo le da vida; con el creador, con la fuente creadora que mana en vosotros; con la luz de vuestra alma, es decir, con la esencia íntima de vuestra alma.
Vuestra misión consiste en sentir cada vez más esa luz en vuestra vida terrenal; tal es vuestro propósito. Esa luz de vuestro interior no es algo abstracto ni general, sino algo único, es vuestra luz, la de cada uno de vosotros. Sois seres individuales, cada cual con sus propios colores, su propio mosaico de brillantes matices, fruto del gran número de experiencias vividas en la Tierra y en otros lugares.
Imaginad ahora que sois ese mosaico y percibíos como un campo tridimensional con múltiples tonalidades de contenido emocional y sabiduría. La luz que existe en vosotros contiene todo eso y vuestro cuerpo terrenal es tan solo una expresión de ese campo de luz vibrante. Sois mucho más que vuestro cuerpo actual. Sois muy viejos; ya habéis estado en la Tierra muchísimas veces y habéis llevado muchos y variados cuerpos.
Tomaos un momento para sentir esta luz en vuestro corazón y dejad que descienda a lo largo de la columna vertebral hasta el chakra raíz. Imaginad que dentro de este campo de luz no veis con los ojos físicos, sino mediante una visión interior. Abrís esa mirada interior y os contempláis a vosotros mismos y el campo de energía que os rodea, y os centráis en los colores más luminosos y hermosos. Sentid la energía, el poder y la sabiduría de este campo que os envuelve y dejad que todo ello baje por las piernas y los pies para arraigarse en la Tierra.
Vuestro propósito en la Tierra consiste en canalizar vuestra luz interior y dejar que irradie hacia el exterior. Conectar con vuestra propia luz interior y dejarla fluir a través de vosotros hacia el mundo de fuera es un único y mismo gesto, un solo movimiento. Hoy por hoy, os sentís llamados a abrir vuestro canal y a seguir vuestra intuición, a escuchar vuestra voz interior. Estáis siendo llamados a cambiar el mundo, vuestro entorno, vuestra vida diaria, porque el mayor deseo del alma es expresarse en la materia. Y es precisamente ahora, en este presente, cuando el alma quiere conectar con la realidad terrenal y fluir en ella.
No obstante, hay muchísimas personas que se aferran a su luz. Que tienen, sin lugar a dudas, destellos de inspiración —un sentimiento, un tenue susurro— que las empuja hacia delante, pero que, cuando se trata de decidir compartir su luz con los demás, se mantienen al margen. Ese umbral que no cruzáis puede constituir un bloqueo o una resistencia basados en el miedo, ya que habéis aprendido a guardaros las cosas o, incluso, a imponeros silencio a vosotros mismos.
Cuando tomáis de verdad la decisión vital de responder a esa voz interior, a vuestra intuición, a vuestro canal, rompéis con una vieja pauta de ansiedad y miedo que es más antigua que esta vida actual, y os encontráis inmersos en una larga historia. Como almas, os halláis en un proceso de evolución a largo plazo y os esforzáis cada vez más por devenir quienes sois en circunstancias que no necesariamente fomentan ni favorecen eso que hay en vosotros. Ser uno mismo en un entorno que no brinda apoyo ni comprensión requiere de gran valor.
Por lo tanto, prestar atención a vuestra intuición, a vuestra alma, es un acto de valentía, de coraje. Ese umbral o esa resistencia que experimentáis en vosotros es algo que se ha ido acumulando a lo largo de múltiples vidas. Con todo, hoy por hoy se presentan la ocasión y la oportunidad de que soltéis progresivamente lo que habéis acumulado para ser libres de expresar lo que sois. Mientras no lo hagáis, mientras os sigáis reteniendo —en esencia, reprimiendo—, os sentiréis de algún modo atrapados y desgraciados. Como un pájaro que no puede volar o una oruga que no puede convertirse en mariposa.
Entretanto, a lo largo de tantas vidas, vuestro corazón ha ido acumulando también grandes riquezas. Riquezas que ahora quieren manifestarse y que consisten no solo en conocimiento, sino también en compasión, hondura emocional, comprensión y capacidad para enseñar. Tened fe en vosotros mismos. Confiad en el hecho de que, en estos tiempos, se dan las condiciones adecuadas para vuestro florecimiento. Imaginad que la luz interior de la que os estoy hablando fluye ahora hacia vuestras manos y las puntas de los dedos, hacia las piernas y los pies. Permitid que irradie hacia fuera.
Las cosas son ahora lo suficientemente seguras para que lo hagáis, estáis a salvo. Los temores con los que aún andáis lidiando son, sobre todo, temores del pasado. Es necesario que empecéis dando un pequeño paso hacia delante y que os alejéis cada vez más de las sombras del pasado, pues eso es lo único que os convencerá de que ahora tenéis la posibilidad de dejar que vuestra luz brille con toda seguridad. Dejad que esa luz se concentre en vuestra garganta. Sentidla fluir a través de ella —vuestro centro de comunicación— y crear, así, una conexión entre el corazón y la garganta.
Quisiera, ahora, decir unas palabras acerca del hecho de canalizar en general. En estos tiempos, el propósito de todo acto de canalización es generar o expresar una consciencia basada en el corazón. No se trata de clarividencia ni de predecir o proporcionar visiones del futuro. Se trata de expresar la consciencia del corazón, de dar voz al amor por medio del canal que formáis. La garganta media entre el chakra de la coronilla y el del corazón. Cuando canalizáis, recibís amor desde una dimensión superior y ese amor y esa información que entran por la coronilla fluyen luego hacia abajo y a través de vuestro corazón abierto. Solo un corazón abierto puede comunicar la elevada vibración que es propia del amor. Coronilla y corazón confluyen en la garganta para ser expresados, lo que significa que es necesario que reconozcáis la importancia y el valor que tenéis como canal.
Cuando canalizáis, no se trata de recibir visiones espectaculares ni de ser «clarividentes» en el sentido tradicional de la palabra. Se trata de ayudar a establecer una nueva consciencia en la Tierra. En cuanto que canal, sabéis que sois una parte esencial del proceso y no un mero conducto neutral. Vuestro corazón expandido —desarrollado a lo largo de muchísimas vidas por medio del dolor y la alegría— es el mensajero. Sois los iguales del maestro o de quien os transmite los mensajes. Sed conscientes de vuestra propia dignidad y considerad el acto de canalizar como un proceso de colaboración.
El entendimiento que os llega de una dimensión superior os ayuda a ver las cosas desde una perspectiva más amplia que, por lo general, es difícil lograr con una consciencia terrenal, y eso es lo que el maestro o el guía aportan cuando los canalizáis. Pero sois vosotros, cuando estáis presentes desde el corazón, quienes recibís esa energía y esa información gracias a vuestra consciencia terrenal en desarrollo, la cual es igual de importante que su consciencia cósmica fija. Lo que os permite dar información valiosa a los demás es precisamente la fusión de ambas.
Así pues, no dudéis de vosotros. No consideréis al maestro o al guía que canalizáis como alguien que está por encima de vosotros, sino como compañeros e iguales. La manera en la que expresáis los mensajes que recibís por medio del corazón es importante. Cada uno de vosotros, en calidad de receptor terrenal, y cada guía, en calidad de mensajero celestial, tenéis una perspectiva única de la vida, pero ambas tienen el mismo valor. Es la fusión de ambas lo que os permite conmover el corazón de las personas y, también, encontrar mayor valor, alegría e inspiración en vosotros.
Confiad en vuestro corazón expandido, en vuestra propia sabiduría, y experimentad la alegría de estar conectados. Sois totalmente merecedores de ello; es vuestro estado natural, así que abridle paso.
Muchas gracias por estar aquí presentes.
© Pamela Kribbe
Traducción de Laura Fernández