El tabú de la individualidad
Pamela Kribbe canaliza a María Magdalena
Soy María Magdalena. Os doy la bienvenida a todos de corazón; estoy con vosotros. Quiero que sepáis que estáis rodeados de ayuda y guía constantes. En la dimensión ubicada más allá de la terrenal hay espíritus afines, almas que os aman no solo en lo abstracto, sino también de manera íntimamente personal. Son espíritus que os conocen y con los que habéis estado juntos en otros tiempos y otros lugares.
Cuando encarnáis, dais un salto de fe porque lo hacéis solos. No obstante, permanecéis conectados con un equipo de amigos que están al otro lado. Algunos están más avanzados en su evolución y supervisan vuestro camino de vida con una perspectiva mayor de la que podéis tener vosotros; son aquellos a quienes llamáis guías. Pero también tenéis cerca a otros seres afines, familia o amigos. Sentid su presencia aunque no sepáis quiénes son, pero sabed que os ven y os escuchan. Se os respeta por el riesgo que supone esa zambullida en las profundidades.
Una vida en la Tierra —todas y cada una de vuestras vidas en la Tierra— constituye una importante y valiosa contribución al camino de vuestra alma, incluyendo las experiencias negativas. El dolor que experimentáis ahora, en este presente, es como una piedra que, al caer en el agua, provoca numerosas ondas en la superficie. El efecto de una experiencia dolorosa o traumática genera ondas a través del tiempo; ondas que volvéis a experimentar en otros presentes y otros lugares. El resultado es que termináis comprendiendo totalmente, así como valorando, aquella experiencia pasada y que, al hacerlo, enviáis sanación de vuelta a ese punto doloroso de vuestra historia.
Todos los momentos —todos los «ahora» de la vida y del viaje de vuestra alma— están unidos y se influyen entre sí. Por lo tanto, cuando viajáis en el tiempo a una vida pasada (como acabamos de hacer), activáis otros momentos en el tiempo, otros «ahora». Generáis una corriente que fluye en ambas direcciones: del pasado al presente y del presente al pasado. Y tal cosa os enriquece. Comprendéis cada vez mejor que sois mucho más que esta persona individual —hombre o mujer, joven o mayor— en esta época particular de la historia, en este preciso momento. La persona que sois ahora constituye un acceso concreto a vuestra alma; pero existen muchos otros accesos posibles.
Intuid la inmensa riqueza de vuestra alma y las muchas experiencias que ha acumulado. Todas esas experiencias son piezas de un puzle que forma parte de un Todo mayor. Os pido que respetéis la grandeza de quienes sois; es algo que ni siquiera cabe en la mente humana. Decid «sí» a vuestra alma desde lo más hondo de vuestro corazón. Sentid que en ese lugar, en el corazón, existe una sabiduría que vuestra mente humana no puede aprehender en su totalidad, pero que sostiene y sustenta todo cuanto sois y le da sentido a cada pieza individual del puzle.
Hay un tiempo y un lugar para cada cosa. A veces, tenéis que pasar por experiencias intensas sin entender por qué y cuya relevancia solo llegáis a comprender más tarde. Os pido que os honréis y respetéis, pues tuvisteis el valor de zambulliros a ciegas en las profundidades. Dijisteis «sí» a la vida en la Tierra —decíos ahora «sí» a vosotros mismos. Y decid «sí» también a todo el dolor, a las experiencias negativas, al miedo y a la duda —todo ello forma parte de la experiencia humana. No rechacéis las experiencias negativas porque, al hacerlo, generáis un conflicto contra vosotros mismos que dispersa vuestra energía y os aleja aún más del Hogar. Aceptad sin más lo que hay en vosotros, incluyendo los miedos y las dudas.
Voy a llevaros ahora al principio de vuestra vida. Venid conmigo a vuestra infancia e imaginad por un momento que vuestro cuerpo va tornándose más joven, más pequeño. Fijaos en lo que ocurre cuando cruza el umbral de la pubertad y retrocede aún más en el pasado. Daos cuenta de que vuestro género se hace menos importante a medida que os adentráis en la infancia, por debajo de los diez años. Recordad cómo era no estar tan determinados por lo que luego se imprimiría en vosotros según fuerais hombre o mujer. Recordad vuestra inocencia y retroceded aún más lejos, hasta remontaros al tiempo en el que aún no habíais aprendido vuestra lengua ni conceptos, etiquetas, evaluaciones ni juicios.
A medida que retrocedéis hacia vuestra primera infancia, vuestra consciencia se hace más abierta, más receptiva. No juzga; se limita a registrar impresiones. Intentad sentir de nuevo esa consciencia abierta al mundo que os rodea. Como si estuvierais recién llegados del Cielo, es decir, no tan determinados por las influencias de la dimensión terrenal. Como si aún conservarais buena parte de la apertura que alcanza vuestra alma.
En este viaje de vuelta del presente al pasado podéis influir en aquel tiempo, en quienes entonces erais. Imaginad que, en vuestra condición actual, os inclináis ante ese diminuto bebé que erais entonces. Fijaos en qué edad se os viene a la mente por la pertinencia de esa época. Sentid, sobre todo, la consciencia que teníais, así como vuestra conexión con la dimensión del alma. En aquel entonces erais más bien forasteros en la Tierra; aún conservabais la frescura y la inocencia de un recién llegado.
Id hacia ese bebé con vuestra forma actual y contempladlo con admiración. Fijaos en las energías celestiales presentes en ese pequeño. Arrodillaos ante el niño o la niña que fuisteis y preguntadle: «¿Qué has venido a hacer aquí? ¿Qué has traído de la dimensión allende la Tierra, algo realmente esencial para ti?». Decidle: «Voy a ayudarte con ello; vengo del futuro para apoyarte y guiarte». Observad si el niño puede veros y sentiros. O dadle un suave toquecito y miradlo a los ojos. Y si veis y sentís el verdadero poder y la contribución única de ese niño o niña, poned una mano sobre su hombro y decidle: «Voy a protegerte, voy a apoyarte y voy a asegurarme de que consigas tu objetivo».
Al hacerlo, intuid vuestro propio poder, vuestro conocimiento acerca de la vida terrenal, la experiencia acumulada a lo largo de los muchos años de vuestro pasado. Sentid la sabiduría de vuestro yo presente y reenviádsela a ese pequeño que fuisteis. A cambio, a la vez que le entreguéis vuestra sabiduría y experiencia de vida, vosotros también recibiréis algo de su parte. La originalidad, la espontaneidad, lo auténtico y verdadero de ese niño o esa niña fluirán directos a vuestro corazón. Sentid nuevamente esa energía en el corazón, es perfecta para vosotros —es la energía de vuestra alma.
Luego, invocad la fortaleza y la sabiduría acumuladas en vuestro interior, las que tenéis ahora, en esta vida. Constituyen un escudo protector en torno a vuestro corazón. El niño o la niña que os habita lleva consigo la sabiduría de la dimensión del alma: la pureza, la originalidad y la inocencia, pero, también, la vulnerabilidad. Necesita de vuestra sabiduría terrenal y experiencia de vida para poder desarrollarse, para poder dejar que su luz brille aquí.
Ahora quiero contaros algo acerca de la historia humana. De por qué se le ha hecho tan difícil a la energía de vuestra propia alma descender a la vida terrenal y penetrar energéticamente en vuestro abdomen —descender del corazón, asiento del alma, al abdomen, asiento de vuestro yo y personalidad terrenales. En la historia de la Tierra, la individualidad ha sido algo tabú. Se ha dado un juego de fuerzas que han operado con contundencia, sobre todo en las principales religiones, y cuyo objetivo ha sido aniquilar y suprimir la individualidad. En la atmósfera colectiva de la Tierra se han generado grandes corrientes de miedo y buena parte del mismo resulta de la disparidad entre los que tienen poder y los que no.
Aquellos que ostentan el poder quieren que los que están por debajo los obedezcan. Por lo tanto, desconfían de la individualidad, de la originalidad de quien es diferente porque tiene criterio propio. Quienes detentan el poder no fomentan el libre desarrollo del individuo. El conflicto entre los que tienen poder y los que no resume la historia de la humanidad durante siglos. Esta quizás sea una imagen algo exagerada, pero la utilizo para aclarar una cosa. Ese poder de unos sobre otros se ha venido ejerciendo por medio de nociones específicas con respecto a lo que constituye la esencia del ser humano; por ejemplo, la noción de que, en esencia, los seres humanos son pecadores, malos, inferiores e indignos.
De dichas nociones se deriva que la persona humana solamente puede ser salvada del pecado y de la deuda que le son innatas mediante algo externo a sí misma. Que lo que puede salvar a los humanos es una autoridad que esté por encima de ellos; por ejemplo, un Dios que dicte ciertas reglas. Y que han de existir determinados representantes humanos de ese Dios que tengan un acceso especial a sus reglas: una élite que ostente un conocimiento privilegiado de la moral. Estas son las nociones que le han sido impuestas a la gente y el motivo de que hayan sido aceptadas radica en el miedo previamente sembrado en las personas. En una angustia real por la supervivencia: el miedo al hambre, a la muerte, a la enfermedad y a la violencia han dejado huellas profundas en la historia de la humanidad.
Hoy, sin embargo, un nuevo capítulo se abre en la Tierra, a medida que va naciendo una energía opuesta. Una energía que no niega la individualidad ni enfatiza la adaptación y el conformismo, sino una en la que la individualidad y, por ende, también la energía original del alma, se valoran debidamente. El motivo de que la vida en la Tierra haya descarrilado de tantas maneras —tornándose tan violenta en el enfrentamiento de unos contra otros, así como contra la naturaleza— es que se ha perdido la conexión con el alma, el corazón se ha cerrado y ha venido reinando el miedo.
Sentid el peso de esta historia. Si bien su influencia va menguando, aún tiene un impacto en la manera en la que la gente piensa y siente. Conectar con la propia alma y creer de verdad en las habilidades y los talentos personales no es todavía algo obvio ni corriente. Afirmarse en uno mismo y decirle «sí» al yo original requiere una fortaleza interna más honda.
Vosotros sois quienes estáis creando esa apertura que volverá a dar acceso a la dimensión del alma. Esto también implica que os habéis vuelto extremadamente sensibles: vuestro corazón está abierto y habéis aprendido a adentraros en vuestras emociones y vuestra intuición, en vez de actuar impulsados por las voces mentales del miedo y la intimidación. Habéis creado esa apertura desde dentro. Y no solo en esta vida, sino también en vidas pasadas. Sois trabajadores de la luz, trabajadores de la consciencia, y ha llegado el momento de que esa luz, esa apertura que habéis creado —a veces y por necesidad mediante una vida de reclusión— sea sembrada y pueda germinar en la Tierra, entre la gente a lo largo y ancho de la sociedad.
Hacer esto evoca viejos temores en muchos de vosotros: recuerdos de cuando estabais sometidos por el miedo y el abuso de poder. En este sentido, estáis poniendo los primeros cimientos en un terreno nuevo en el que ahora pueden asentarse sólidamente en la Tierra. Afirmaros desde vuestra alma, hablar y actuar desde esa fuente, puede hacer que nubes polvorientas de miedo —mortal, incluso—y duda se arremolinen en vuestro interior. Se hace entonces necesario expresarse desde el poder del abdomen, que es en lo que realmente se concreta el descenso de la energía de vuestra alma. Expresarse no solamente desde la energía procedente del corazón, sino también desde la energía que fluye en el núcleo de vuestro ser terrenal, en vuestra corporeidad en cuanto que hombres o mujeres.
Quisiera explicaros unas cuantas cosas acerca de esa energía. La energía de vuestro abdomen, esa energía primaria, es —cuando está equilibrada— una energía muy asentada. Cuando estáis completamente presentes con vuestra consciencia en el abdomen, tenéis una buena estabilidad. Os sentís sólidos; sentís que podéis ser quienes sois, por lo que os sentís seguros y respetados. Desde esa base, escucháis los mensajes de vuestro corazón, de vuestra alma, y los integráis.
Ahora bien, lo que a menudo ocurre es que recibís mensajes de vuestra alma o de vuestra intuición, pero no sabéis cómo mantener vuestra estabilidad. Es como si el acceso a vuestro propio abdomen os estuviera denegado y esto tiene mucho que ver con una historia en la que no se os ha permitido pensar ni actuar por vuestra cuenta, ni desviaros de la norma y ser diferentes. Aquí es precisamente donde se requiere que la energía masculina, el poder masculino, rompa con la tradición, diga «no» a expectativas ajenas y se niegue a encajar en un molde. Es en la libertad de actuar al margen de las reglas, de explorar e investigar, donde la energía masculina os ayuda a adentraros más profundamente en el abdomen. Esta es la manera en la que la energía masculina entra en acción para ayudar a la luz original de vuestra alma: «él» abre un espacio para vosotros.
La energía masculina es sumamente importante; sentid cómo os sirve cuando se trata de una energía masculina asentada. En el pasado ha venido operando una energía masculina que ejercía autoridad y dominio, y que infundía miedo en la gente. Una energía masculina desarraigada, una energía desconectada que se sentía desplazada y que, por ello, intentaba regular y controlar la vida. Sin embargo, la energía masculina auténtica es como un potente escudo que protege la energía del corazón. Y cuando esa protección está activada, podéis descender más profundamente desde vuestra alma hacia el abdomen. Entonces sentís que os sostiene la Tierra misma.
Sentid el ritmo que mejor se ajusta a vuestro camino de vida. Ser realmente intuitivo tiene que ver con percibir el ritmo de la vida. «¿Qué es aquello que es bueno para mí, qué es lo que de verdad necesito?». Esto es algo que no podéis sentir únicamente desde el corazón. Requiere una alineación casi física, instintiva, a nivel del abdomen: requiere estar bien arraigados y, desde ahí, decidir.
Concluyendo, os pido que imaginéis que ese niño o esa niña que visteis al principio está ahora presente en vuestro abdomen, con su energía espontánea y abierta, y estableciendo, así, una conexión directa con vuestro corazón y vuestra alma. Y que al mismo tiempo sintáis un sólido escudo protector a vuestro alrededor. Al hacerlo, se crea un espacio para el niño, con el fin de que no se olvide de sí mismo ni se deje absorber por los estímulos e influencias que le llegan de fuera: viejos conceptos, morales y costumbres. Ese escudo interior es la energía masculina diciéndole «no» a esas influencias, a la par que escucha atentamente vuestra propia fuente de sabiduría.
Sentid la firme protección de una energía masculina conectada en vuestra espalda y vuestro coxis, en las piernas, los pies, brazos y manos. El niño puede ahora arraigarse en vuestro interior y crecer protegido para desarrollar la energía natural de su propia alma. Sentid cómo recobra vida gracias a esa protección y empieza a jugar en vuestro abdomen.
Sois quienes alumbráis la nueva era. Protegeos para poder dejar que la luz fluya y que podáis sembrar sus simientes. De este modo, cumplís con vuestro objetivo de vida.
© Pamela Kribbe
Traducción de Laura Fernández
3 thoughts on “El tabú de la individualidad”
Gracias a tod@s los que colaboráis en esta labor tan bella. Gracias María Magdalena y Gracias Jeshua
Mil gracias por ésta canalización, llevo tiempo tratando de encontrar mi energía masculina y María Magdalena siempre me da luz. Namasté.
Muchas gracias a tod@s por vuestro tiempo y esfuerzo para que estas canalizaciones lleguen a las almas que las necesitamos en estos tiempos tan convulsos. Sois la guía necesaria para much@s de nosotr@s. Fraternal abrazo para tod@s