Cuerpo y alma
Pamela Kribbe canaliza a la Tierra
Querida gente,
Soy la voz de la Tierra. Os llevo en mi cuerpo. Este planeta en el que vivís y andáis es mi cuerpo, es la expresión de mi alma. Sois bienvenidos porque formáis parte de mí. Vuestro cuerpo es parte de mí, está hecho de materia terrenal. Sed muy conscientes de las células de vuestro cuerpo; son minúsculas entidades independientes que saben exactamente lo que tienen que hacer. Trabajan en pos del equilibrio, la armonía y la cooperación en vuestro cuerpo.
Ahora, imaginad que estáis presentes en el cuerpo como un sol radiante. Vuestra luz no es de la Tierra; vuestra procedencia es cósmica. Sois almas vivas, capaces de adoptar distintas formas y, en estos momentos, estáis presentes en una forma terrenal. Imaginad que la luz de vuestra alma brilla en el centro de vuestro cuerpo, junto al corazón. Visualizad una llama ardiendo y recordad quiénes sois: vuestra edad se mide en eones. Habéis tenido muchas vidas; esta no es la primera vez que estáis aquí.
¡Recordad quiénes sois! Sabed que sois independientes de vuestro cuerpo, de esta vida y de la sociedad que os rodea. Habéis venido aquí a traer algo nuevo, algo único, algo que la gente de vuestro entorno no entiende muy bien. Se requiere valor y osadía para introducir lo que es nuevo, pues las cosas nuevas generan resistencia. Por eso es tan importante que recordéis quiénes sois: vuestra libertad, vuestra independencia. Solo entonces podréis de verdad ser vosotros mismos en esta realidad y difundir vuestra luz.
Os pido ahora que, desde el corazón, conectéis la luz de vuestra alma con todas las células de vuestro cuerpo, las cuales tienen, cada una, su propia consciencia individual, si bien forman parte de mí, la Tierra. Imaginad que la luz de vuestro corazón, vuestra alma, se une a la consciencia de todas las células de vuestro cuerpo. Vuestra luz brilla dentro de todas las células y estas reaccionan con alegría. Eso es lo que quieren —¡sentirse inspiradas por vosotros! Tal es su objetivo; tal es su función.
Es posible que penséis que la finalidad de las células del cuerpo es simplemente mantenerlo para que pueda funcionar y sobrevivir; y en un determinado nivel, eso es cierto; pero no en el nivel más profundo. Vuestro propósito más elevado aquí, en la Tierra, es proporcionar un instrumento mediante el cual vuestra alma pueda manifestarse; esa es la razón de ser de vuestro cuerpo. Por lo tanto, conectar vuestra alma con la consciencia del cuerpo es algo sumamente importante. Todo vuestro cuerpo está siendo sometido a una transformación que no puede explicarse a nivel de lo material.
Ahora, imaginad que la luz de vuestro núcleo divino se difunde lentamente desde el corazón y va tocando con suavidad todas vuestras células: primero, las del pecho y los hombros, las del cuello y la garganta. Luego, permitid que la energía de vuestra alma roce y se deje absorber por todas las células de la cabeza para, así, poder recibir dirección y guía desde la Fuente divina. Dejad que la energía de vuestra alma, la luz de vuestro corazón, se extienda por el plexo solar, la tripa y el abdomen, y llevad vuestra atención por unos instantes al centro del abdomen. Puede que aún contenga viejas emociones o resistencias a la vida que dificulten la entrada a la luz de vuestra alma: «¿Es esto seguro? ¿Tengo realmente permiso para estar aquí con mi energía única, con mi luz?».
Mirad a ver si la luz de vuestra alma puede penetrar en el estómago, el coxis, la pelvis. Si sentís que hay por ahí zonas que ofrecen resistencia y que no dejan pasar la luz, limitaos a observar lo que ocurre y no forcéis nada. Limitaos a comprobar si hay en vuestro cuerpo algún lugar oscuro o alguna zona tensa en la que la energía esté, de alguna manera, oprimida u oculta. Concentrad vuestra atención en esa zona densa, con una actitud muy tolerante y honesta. Vuestra consciencia es afectuosa y apacible; envolved esa zona con vuestra atención, como si de una suave brisa se tratara.
Dentro de esa energía bloqueada hay vida que, por distintos motivos, ha quedado oculta. Animad a esa vida a presentarse ante vosotros. Preguntadle: «¿Quién eres? No me tengas miedo, déjate ver». Y mirad a ver si se os aparece algo: una imagen, un símbolo; también puede ser un animal o un ser humano, o quizás un niño pequeño. Todo lo que en una persona ha quedado bloqueado y oculto desea salir, desea ser libre; pero tiene miedo, razón por la cual a menudo se esconde. Para poder llegar a esa parte oculta no es preciso que forcéis nada; basta con que estéis presentes con amabilidad y que escuchéis. El enfoque más útil es no querer cambiar ni librarse de nada.
Por tanto, observad o percibid con calma qué es lo que quiere revelarse en esa parte oscura. Imaginad que le tendéis una mano a lo que sea que se os presente y que lo tranquilizáis diciendo: «Eres bueno. Tienes permiso para ser quien de verdad eres». Acogéis esa parte vuestra cuando os responsabilizáis de vuestra energía, cuando os prometéis gestionarla. Porque en toda esa energía atascada y bloqueada también hay una fuerza, una capacidad que os pertenece. La idea nunca debería ser solamente deshacer el bloqueo o resolver el problema. Se trata de transformar y de soltar viejas energías, y de hacerlo tan a fondo que vuestro núcleo de luz pueda sumarse al proceso. Por eso, la respuesta es siempre el amor; no luchar contra las energías negativas ni los problemas que tengáis, sino aceptarlos con amor.
Para terminar, dejad que la luz de vuestra alma fluya hasta abajo del todo desde la pelvis y los muslos, y prestad especial atención a las rodillas. Imaginad que las células de los huesos de las rodillas se abren a la luz de vuestro corazón. Recordad lo divertido que puede ser estar vivo y activo en la Tierra, recuperad esos recuerdos alegres. Luego, dejad que vuestra luz siga descendiendo por las pantorrillas, los tobillos y los pies, abarcando talones, plantas y dedos.
Confiad a la Tierra la luz de vuestra alma. Yo estoy aquí por y para vosotros; sois bienvenidos en y sobre mí. No tenéis que hacerlo solos. Cuanto más permitáis que la luz de vuestra alma se ancle en la Tierra, más protegidos e impulsados por vuestra propia sabiduría y vuestra conexión conmigo os sentiréis. Os saludo desde el fondo de mi corazón y os agradezco vuestra presencia aquí y ahora.
© Pamela Kribbe
Traducción de Laura Fernández