Dejad que el cuerpo sea vuestro guía
Pamela Kribbe canaliza a la Tierra
Querida gente,
Soy la voz de la Tierra. Os doy la bienvenida desde las profundidades del suelo que pisáis; quien os habla es el corazón de la Tierra. Quiero restablecer la conexión con todos vosotros y experimentar y celebrar dicha conexión, pues la vida en la Tierra está hecha para ser alegre. Estáis aquí para experimentar alegría, aunque es posible que primero tengáis que pasar por momentos dolorosos, con el fin de que podáis redescubrir y reconocer de nuevo la alegría natural que es el fundamento de toda realidad. Pero recordad siempre que, en su esencia, la vida es buena. Existe una corriente positiva que acelera el crecimiento y el florecimiento tanto en el plano interno como en el externo. Esa corriente es la esencia del universo: una energía dadora de vida, positiva y alentadora. Y ahí es, en última instancia, donde reside vuestra seguridad, en sentiros a salvo en el nivel más básico.
Cuando sabéis que la vida es buena, que el universo os ofrece un terreno en el que podéis desarrollaros y crecer; cuando podéis experimentar ese sentimiento positivo, entonces podéis relajaros de verdad. La habilidad de sentirse seguro y la de relajarse son inseparables; no podéis sentiros relajados si os sentís en peligro. En ese momento, una parte de vosotros se retira, no está del todo presente, y no puede participar del flujo de crecimiento positivo, de la alegría que os es natural. Cuando os sentís tensos, os desconectáis de las maravillas de la vida y es como si murierais un poco por dentro. Debido al miedo, le dais la espalda a la vida y, por tanto, no veis todas las posibilidades que ofrece. Os limitáis a lo que sabéis y a lo que os hace sentir a salvo. No obstante, la auténtica seguridad no la dan las restricciones ni las reglas. La seguridad viene del sentimiento de que todo está bien, aunque con la mente no podáis comprender ni el cómo ni el qué ni adónde va todo esto.
Para experimentar una auténtica seguridad, tenéis que salir de la cabeza, de la mente pensante, y alejaros del miedo, pues el miedo y la mente pensante generalmente trabajan juntos. En muchos de vosotros hay un miedo fundamental: esa sensación de inseguridad que os lleva a buscar soluciones con vuestra mente pensante y a adoptar medidas con las que intentar hacer de la vida algo manejable y seguro. Pero hacer eso no funciona porque no deja de ser una expresión de tensión y de un profundo sentimiento de inseguridad.
Daos permiso para relajaros ahora mismo, empezando por el cuerpo. Imaginad que los músculos de vuestro cuerpo se van vaciando lentamente de toda su tensión. Vuestro cuerpo sabe cómo relajarse; por lo general, son los miedos los que no dejan que eso suceda. Por tanto, decidle a vuestro cuerpo: «¡Te paso las riendas! Dime cómo debería sentarme y respirar para relajarme». Y luego, decidle a vuestro niño interior, asiento de vuestras emociones, que él también tiene libertad para relajarse; que él también tiene permiso para expresar las emociones que siente. No existe tabú alguno en vuestro espíritu, en vuestra consciencia; todo tiene permiso para expresarse y hay espacio para todo.
Al hacerlo, sentid cómo se amplia y expande vuestra consciencia. Dejáis que vuestro cuerpo encuentre su propio camino y ritmo, y dejáis que vuestro niño interior se exprese: sabe cómo hacerlo, cómo dejar que todo esto suceda. Y confiáis en que todo es posible, pues en lo más profundo de vuestro ser sabéis que la vida es buena, que la vida es un flujo positivo. Permitid que la quietud se haga en vuestro interior, a medida que exhaláis energéticamente y dejáis que todo se desprenda de vosotros: las preocupaciones, la tensión, la ansiedad de la vida cotidiana.
En vosotros existe un silencio, un espacio al que no afectan el jaleo ni los estímulos ni los pensamientos. En ese lugar de quietud, sois uno con Dios. Ninguno de vosotros está separado ni solo; sois uno con el Todo. Estáis integrados y seguros dentro del Todo inmenso que es Dios, y eso incluye el universo entero. Existe una seguridad indestructible y es buena. Sabed que, en la base y el origen de todo, radica una fuerza benevolente y amorosa, creadora más allá de lo que podáis imaginar y de la cual todos procedéis. Quizás veáis aparecer esa Fuente ante vosotros en forma de una luz muy blanca y pura. Si así es, dejad que esa luz blanca fluya alrededor y a través de vosotros. ¡Esta es vuestra base, son vuestros cimientos! Aquí es donde reside el origen de toda la seguridad y fuerza que andáis buscando.
En el día a día, a menudo ocurre que las personas buscan seguridad y la encuentran —o intentan encontrarla— en los papeles que desempeñan, sobre todo en relación con los demás. Se es padre o madre, empresario o empleado, amigo —apoyo y refugio de alguien— o se es importante en el ámbito del trabajo y otras actividades. La mayoría de la gente obtiene de estas cosas una sensación de seguridad y, por tanto, siempre que uno esté desempeñando su papel, puede relajarse temporalmente. En ese momento, la persona siente que su vida tiene sentido y valor para los demás, y eso, a su vez, hace que se sienta valiosa y merecedora. Desempeña un papel por el que se siente reconocida y aceptada.
Ahora bien, por detrás de ese papel tan bien representado hay un profundo miedo a no ser suficiente y, por tanto, a no estar seguro. En esta vida se os entrena para concentraros en desempeños y objetivos exteriores. Es como si todo en vuestra formación y educación estuviera diseñado para prepararos para el mundo de fuera. Con todo, en esa preparación va implícita la idea de que, tal y como sois, no basta y que debéis de tener todo tipo de defectos. Por tanto, es necesario puliros, perfeccionaros y haceros aceptables. Y aunque las cosas están cambiando en el mundo —actualmente en proceso de transición— y se da un mayor respeto hacia el mundo interior y a lo que cada persona es de forma natural, aún hay mucho que progresar en este ámbito. Demasiadas personas siguen aún abrumadas por una sensación primordial de inseguridad, de no ser merecedoras, de no valer tal y como son.
Comprobad si reconocéis en vosotros esa sensación de tener miedo a fracasar o esa necesidad de hacerlo siempre lo mejor posible, asegurándoos cuidadosamente de que vuestro desempeño sea aceptable. O la constante necesidad de buscar cumplidos: de tener que presentaros ante los demás de una determinada manera porque eso os permite sentiros como si fuerais alguien que, entonces, tiene derecho a pedir algo a cambio. A todos se os ha entrenado para que vuestra autoconsciencia dependa de lo que aparentáis ser: alguien que en el mundo exterior es evaluado por lo que hace.
Os voy a pedir ahora que deis un paso atrás —un paso atrás muy radical— y que comprendáis con todo vuestro ser que, cuando buscáis que el mundo exterior os valide, os traicionáis. En ese momento, la inseguridad que ya existe en vuestro interior se hace mayor. Cuanto más os volvéis hacia el mundo exterior para ganaros vuestro derecho a existir, más profundo se hace el vacío en vuestro interior: ese agujero negro, ese lugar que teméis y en el que no os sentís en casa. En ese agujero estáis totalmente solos; no hay en él nadie que os diga que lo estáis haciendo bien.
Entonces, ¿cómo obtener validación, cómo lograr el sentimiento de que tenéis derecho a existir? El «cómo» sucede cuando os alejáis de todas esas fuentes externas de reconocimiento.
Y si lo hacéis de manera consciente, os volvéis hacia ese agujero negro, hacia esa sensación primaria de inseguridad —el miedo. Entráis en él y no os dejáis distraer ni seducir por lo que el mundo de alrededor diga. Es muy probable que la mayoría ya hayáis experimentado, en lo más hondo de vosotros, que depender de certidumbres externas no funciona.
La vida os ha traído hasta este punto, de manera que os volváis hacia el camino interior. Muchos permaneceréis en él un largo tiempo, inmersos, por así decir, en los miedos, las incertidumbres y el dolor que allí han quedado acumulados. Tampoco saldréis de este proceso sin esfuerzo, pues en ese agujero negro hay todo un depósito de emociones reprimidas. Después de todo, ¿durante cuánto tiempo os habéis estado negando a vosotros mismos, al desempeñar papeles que no eran adecuados para vosotros o que solo lo eran parcialmente? ¿Durante cuánto tiempo os habéis estado privando de recibir amor de los demás? El principal propósito de entrar en este agujero negro es descubrir que, en realidad, se trata de un túnel —aunque un túnel oscuro— y que, al final del mismo, podréis liberaros y entrar nuevamente en la luz blanca que antes describí.
El núcleo elemental de la vida es, en cierto modo, impersonal, puesto que es universal. La luz blanca dice: «Tal y como eres, está bien. Eres perfecto en tu realidad única». Es impersonal en el sentido de que esta luz no dice: «Tienes que hacer bien esto o aquello» ni «Lo que has hecho está menos que bien» ni tampoco «Tus logros no están mal». La luz no es personal ni selectiva; sois amados, completamente, tal y como sois. Cualquier juicio sobre vosotros mismos, ya sea que tengáis éxito o que seáis un fracaso total, cae por el camino. Esta luz, por lo tanto, es tan de otro mundo que parece alejada de vuestra realidad cotidiana. Sin embargo, os pido que mantengáis una conexión íntima con esa luz en vuestro día a día, porque hacerlo os traerá innovación y cambio, además de una profunda relajación de vuestro cuerpo y campo energético.
Sentid ese núcleo elemental de la vida; es un flujo alegre. Esto no quiere decir que todo en vuestra vida vaya a ir bien y sin sobresaltos —en absoluto. El universo, la vida, está en un proceso de búsqueda; se siente llamada a desarrollarse, a crecer, a investigar. En dicha búsqueda, encontraréis lugares dolorosos, casi siempre en vuestro interior. Pero cuando en vosotros existe ese sentimiento fundamental de seguridad, siempre hay un trasfondo de alegría a pesar de lo que podáis estar atravesando. Eso es algo que no podéis encontrar en el mundo exterior; esa Fuente está dentro de cada uno de vosotros.
Ya sé que muchas veces consideráis la vida en la Tierra como un valle de lágrimas, como una lucha contra la resistencia, la negatividad, el dolor, el sufrimiento y energías densas. No obstante, todas esas energías de tristeza y dolor no vienen de la Tierra misma, sino que son el resultado de la oposición de los seres humanos a la vida. Ahora, sentid mi energía, el corazón de la Tierra. Notad lo mucho que quiero ayudaros a restablecer la conexión con vuestra esencia, con esa luz blanca que hay en vosotros y que afirma rotundamente que todo tiene permiso para ser. Que sois libres de explorar todo cuanto hay en vosotros.
Sentíos bendecidos y liberados por esta luz. Sois hijos del universo y sois infinitamente amados. Sois tan grandiosos e importantes que siempre hay ayudantes junto a vosotros, guías y amigos. Nunca estáis solos, pero únicamente podéis sentirlo y apreciarlo, además de reconectar con vuestros ayudantes, mediante esa luz blanca. Dejad de sentiros extraños, solitarios y ajenos. Abríos nuevamente al núcleo de toda la vida.
Os pido ahora que pongáis las plantas de los pies en el suelo para que podáis absorber mi energía y, así, experimentar que soy yo quien porta para vosotros esa luz blanca, la luz de la alegría. Dejad que mi energía fluya hacia arriba, por vuestras piernas. ¡Sentid que os sostengo! Dejad que mi energía fluya por vuestros muslos y pelvis, hacia el abdomen y el estómago. Sentid que ha llegado el momento de relajarse.
Estoy agradecida por vuestra presencia. Yo colaboro con vosotros aceptando la luz de vuestra alma cuando esta me llega. La luz de vuestra alma es un precioso regalo que me hacéis y que yo recibo con respeto. Recibid, a vuestra vez, mi regalo: el amor y la seguridad de la Tierra.
Muchísimas gracias.
© Pamela Kribbe
Traducción de Laura Fernández