El Cielo y la Tierra no están separados
Pamela Kribbe canaliza a la Tierra
Querida gente,
Soy la voz de la Tierra. Os doy la bienvenida a todos en este lugar de conexión y sencillez. Uníos a mí: estoy en el suelo que pisáis, en los árboles y en la hierba, en las rocas y en toda la naturaleza que os rodea y os envuelve como una energía que absorbéis y que nutre vuestras células. Este es un lugar en el que la energía original de la Tierra puede expresarse; donde hay sitio para mí.
Existen en la sociedad humana numerosas energías contrarias a la energía original de la Tierra. Son fruto de vuestros procesos de pensamiento e intentos de controlar la vida. Esas energías mentales se han convertido en algo tan habitual para todos vosotros que se han transformado prácticamente en una segunda naturaleza. En general, esa conexión directa con lo que os resulta más natural solo de niños la experimentáis.
Os voy a pedir que recordéis esa conexión directa y natural con vuestro cuerpo, no con vuestra cabeza. Adentraos profundamente en el cuerpo con vuestra atención e id lejos de la cabeza, hacia el corazón y el abdomen. Imaginad que vuestra atención es como una suave pluma blanca con la que vais rozando todas las partes de vuestro cuerpo: el corazón, los brazos y las manos, el abdomen, las piernas y los pies. Vuestro cuerpo ha salvaguardado el recuerdo de la sencillez y la pureza. El cuerpo se acuerda; en la memoria de sus células almacena viejos traumas y heridas, pero también el recuerdo original de plenitud, espontaneidad y naturalidad.
Os pido ahora que conectéis con ese recuerdo original. Visualizad ante vosotros a un niño, bien el niño que una vez fuisteis, bien un niño desconocido que sentís feliz, despreocupado y en armonía con la naturaleza. Cuando os sentís felices y despreocupados, no estáis constantemente considerando si lo que hacéis y lo que sentís es bueno ni qué consecuencias tendrá ni qué podría pasar ni si irá mal. Vuestro poder mental interfiere continuamente, reprimiéndola, con esa espontaneidad que también está ahí y que quiere fluir desde la fuente original hacia vuestra alma encarnada.
En cada uno de vosotros fluye una energía espontánea. Vuestro cuerpo la lleva en cada célula y también contiene mi energía, la energía de la naturaleza. La energía de vuestra alma y la de la naturaleza se juntan en las células de vuestro cuerpo. Pero se hallan bajo capas de formas de pensar aprendidas y alimentadas con miedo.
Imaginad que las células de vuestro cuerpo estuvieran, en su origen, llenas de luz creadora, conectada tanto con la Tierra como con vuestra alma. A estas dos energías, la del Cielo y la de la Tierra, no les cuesta nada encontrarse; se atraen la una a la otra porque van juntas. Son los seres humanos quienes han creado una brecha artificial entre ambas. Puede que una de estas energías os parezca más elevada y la otra, menos, pero en vuestra naturaleza original esa separación no existe. La energía de vuestra alma y la de la Tierra bailan juntas. Intentad volver a sentir esa unión en vuestro cuerpo. Sentid la fluidez de esa luz que palpita en todas vuestras células y que rebosa información procedente de esa otra energía que puede ayudaros a encontrar vuestro camino.
Ese niño que acabo de pediros que visualicéis es el mensajero de las energías unificadas de la luz del Cielo y de la Tierra. Preguntadle ahora si tiene algún mensaje para vosotros. Dejad que el mensaje os llegue como mejor le parezca al niño. No tiene por qué expresarse en palabras. No es una energía mental lo que ese niño quiere enviaros. La energía de vuestro niño es muy intensa y os indica en dónde os habéis quedado atrapados en viejos hábitos y pensamientos.
Dejad que el niño vaya con su energía al lugar de vuestro cuerpo que más la necesite, ese lugar donde vuestra energía ha quedado bloqueada al haberse dejado vencer temporalmente por el miedo. El miedo hace que los procesos mentales tomen las riendas e intenten manejar y controlar los mecanismos de la vida con el fin de protegeros y de sobrevivir. No obstante, esa reacción nunca satisface al niño interior; no favorece el flujo de vida que sois en esencia. Lo que genera son dolencias en vuestro cuerpo físico o frustración y dolor en vuestro cuerpo emocional.
Identificad el velo con el que os habéis tapado: el velo del miedo, del pensamiento excesivo, de la desconfianza y, quizás, de la falta de fe. Mirad a ver si localizáis ese velo en vuestro cuerpo: está en esos lugares grises u oscuros que oprimen vuestra energía e impiden que fluya libremente. Observad esas zonas oscuras y tomad consciencia de quiénes sois realmente. No sois vuestro niño interior, si bien ese niño vive dentro de vosotros. Sois la consciencia que sostiene al niño y que toma decisiones, mientras que el niño representa la parte vuestra que siente. Es esa parte de vuestra vida que fluye, que desea autorrealización y que os necesita —a vuestro Yo, al creador en vosotros, a la consciencia en vosotros— para llegar a expresarse plenamente.
Ese niño vuestro es como una delicada y hermosa flor que necesita que la apreciéis y la cuidéis; necesita que la comprendáis. Sois los cuidadores y protectores de vuestro niño interior. La vida os da a ese niño —vuestra espontaneidad y creatividad, vuestros deseos— y cada uno de vosotros es un creador que tiene la posibilidad de elegir. Podéis dejar que vuestro niño interior permanezca oculto y oprimido por los miedos que la sociedad promueve y que os abruman desde que nacéis. Pero también tenéis el poder de atravesar y superar tanto esos miedos como el pensamiento compulsivo.
Tomad las riendas del enorme poder de vuestra consciencia. La consciencia no consiste en pensar, sino en la voluntad de estar plenamente presentes, sin apartar la mirada de vuestro dolor, de vuestro niño interior, y de reconocer tanto ese dolor como los regalos que el niño tiene para daros. Os pido que observéis a vuestro niño. Al hacerlo, parte del velo se disipará. Prestar atención al niño lo reanima y despierta porque, entonces, el niño siente que tiene permiso para ser.
Intuid con claridad cuál es el mensaje de ese niño y sentid vuestro propio poder protector. Sois capaces de distinguir entre el miedo y el amor, entre una represión asfixiante y una espontaneidad y libertad reales. Acoged a vuestro niño, vuestra propia espontaneidad e inocencia, y todo lo que de ello deriva.
Hacerlo puede que os genere ansiedad, pues aún no habéis aprendido a confiar en el proceso. Se os ha dicho que tenéis que mirar hacia el futuro, que tenéis que anticipar lo que puede ir mal, que no podéis ir por ahí siendo vosotros mismos, que hay peligros que os acechan.
No obstante, esa forma de pensar es muy peligrosa, pues suprime vuestra creatividad original y hace que temáis por vosotros, al causar una ruptura en vuestro interior. Y esa ruptura interna es el verdadero peligro al que se enfrenta la gente, ya que puede llevar a comportamientos destructivos. Cuando las personas pierden su unidad interna, su centro, se genera un auténtico caos.
Pensar nunca os ayudará a recuperar vuestro centro. Vuestro centro de verdad se halla en vuestro abdomen, allí donde conectáis conmigo, con la Tierra. Sentid la energía de la Tierra que fluye en esa zona de vuestro cuerpo. Dejaos llevar y atreveos a confiar. La vida es buena y quiere llevaros de vuelta a vosotros mismos —confiad en la vida.
Muchísimas gracias por vuestra presencia y vuestra atención.
© Pamela Kribbe
Traducción de Laura Fernández