¡Salid de la cabeza!
Pamela Kribbe canaliza a la Tierra
Queridos amigos,
Soy la Tierra. Sentid mi energía y mi fuerza. Conectad conmigo por medio de vuestro cuerpo, es el puente que nos une. Acogedme en vuestra vida, de manera que pueda daros lo que necesitáis, algo que solamente es posible cuando os permitís recibir. Os convertisteis en humanos aquí, en la Tierra, después de que vuestro cuerpo recibiera los elementos de la misma, y solo sintiendo profundamente vuestra conexión conmigo podréis manifestar en carne y hueso quienes de verdad sois: seres de hondura inconmensurable y completos.
Yo deseo recibir vuestra alma, el calor y la luz que lleváis en vuestro interior, y, a cambio, daros todo lo que necesitáis como seres humanos para prosperar y brillar, para manifestar e irradiar lo que sois. No obstante, cuando se trata de recibir, los humanos levantáis una barrera que me impide daros todo lo que necesitáis. En la gente se da una incapacidad a la hora de conectar con la Tierra y recibir mi energía, no solo a nivel individual, sino también colectivamente. Esa es la razón de que la humanidad en su conjunto ande tan perdida en la cabeza y de que, por tanto, su base de apoyo sea frágil e incierta.
Muchas personas desconectan del ahora al perderse en pensamientos incesantes y frenéticos, al dejarse enredar por el pasado o arrastrar por el futuro, y al quedar atrapados por el estrés y las presiones del mundo exterior. Yo no puedo llegar a vosotros cuando estáis entrampados en la cabeza. Por tanto, os pido que os deis cuenta durante unos instantes de esa brecha que hay entre nosotros. Visualizad ante vosotros a una de esas personas que no sale de su cabeza y que está completamente dominada por los pensamientos que en ella se agitan y dan vueltas; esa persona es prisionera de su propia mente. Mientras tanto, su cuerpo va perdiendo energía, vitalidad y fuerza porque apenas le llega alimento de su propia consciencia, por lo que no puede recibir la inspiración de los poderes de la Tierra y la naturaleza. Este tipo de persona pierde la conexión con sus sentimientos y con la energía que fluye en su cuerpo. Y en cierta medida, cada uno de vosotros es esa persona. Con todo, tampoco podía ser de otra manera, pues todos habéis sido enormemente influenciados por la manera en la que los seres humanos han sido educados durante siglos.
¿Por qué ha llegado a concentrarse en la cabeza toda esa energía? El hecho de guiaros principalmente por la mente únicamente sucede cuando ya se ha producido una especie de ruptura entre vosotros y la Tierra. Un animal está conectado de forma natural con su hábitat y constituye un conjunto orgánico, primero con los de su misma especie y luego con su entorno más amplio. Se siente inextricablemente parte de un todo y se sumerge en ese todo. Siente que pertenece y no se pone a pensar en cómo sería el estar separado del todo.
Sin embargo, la mayoría de la gente no experimenta esa vivencia natural de conexión. Cuando estáis atrapados en la cabeza, os sentís perdidos: hay una sensación de soledad, de separación y de falta de sentido, así como una incapacidad de encontrar significado alguno a vuestra vida. Por eso no es de extrañar que las personas empiecen a comportarse de maneras que las separan y alejan aún más de sí mismas, de los demás y de mí, la Tierra.
En las personas que viven desde la cabeza hay miedo y, de resultas, surge en ellas la necesidad de controlar y eliminar ese miedo, o, al menos, de disimularlo. Por desgracia, si solo se aborda desde la cabeza y a base de actividad mental, el miedo no puede realmente mitigarse nunca. De hecho, lo único que se consigue es levantar aún más barreras contra la vida, pues todos esos juicios sobre lo que debería o podría o tendría que ser están localizados en la cabeza.
Ahora, imaginad por un momento a una persona cuya energía no esté tan concentrada alrededor de la cabeza. Visualizadla de pie, sobre la Tierra. Quizás veáis a un ser humano con un tipo de presencia diferente y cuyo ser habita su cuerpo de una manera única e individual. Puede que lo que aparezca en vuestra imaginación sea la visión de una persona descalza y sencillamente vestida, una persona más natural. Observad el corazón y la esencia de esa persona. Ese ser humano forma parte del todo porque escucha lo que la naturaleza le dice y es consciente del flujo vital que recorre su cuerpo. Esa persona siente desde el abdomen lo que necesita a nivel físico —alimento, vestido, refugio— y siente desde el corazón lo que necesita a nivel emocional —conexión con los demás, pasión, inspiración, creatividad—. Tal es el nuevo ser humano, porque este humano es el que desea nacer a través de vosotros y conectar con vosotros en la nueva Tierra.
Vosotros, que os halláis en este precioso y benevolente entorno [sur de Francia, lugar de la canalización], podéis imaginar a ese nuevo humano, porque, estando aquí, os es más fácil conectar con la naturaleza. Convocad a ese humano en vuestra imaginación, ya está en vosotros, es una visión de vuestro futuro yo. Vuestra actividad mental se ha tranquilizado y acallado; habéis descendido más profundamente en vuestro corazón y abdomen. Ya no necesitáis intentar regular ni ordenar por medio de vuestra mente pensante; os resulta fácil dejar que las cosas sean como naturalmente son. Y es desde esta actitud más pasiva —pasiva solo en apariencia, pues, de hecho, estáis abiertos y receptivos, sin querer sujetar ni controlar— desde donde podéis realmente recibir vuestra alma en la Tierra.
Vuestra alma es como una estrella luminosa que extiende uno de sus rayos hacia la Tierra, un rayo que solo puede penetrar y brillar gracias a la receptividad de un ser humano. Imaginad por un momento que, dentro de vuestra alma, hay tal estrella luminosa. Invocadla. Debería resultaros fácil, puesto que vosotros sois esa estrella. Imaginad que la luz de esa estrella llega hasta vosotros y observad hacia qué parte del cuerpo se dirige más fácilmente —a la cabeza no.
Permitid que la luz de la estrella eterna que sois fluya por vuestro cuerpo y recorra vuestro corazón, abdomen, coxis, piernas y pies. En cuanto seres humanos, sois un canal para la luz de vuestra alma. Por eso es tan esencial que apreciéis vuestra propia humanidad, que la comprendáis y améis. Vuestra humanidad no es un obstáculo para el alma, sino una aliada. Vuestra humanidad, con todas vuestras emociones, vuestros pensamientos y vuestro cuerpo, forma parte de vuestra vida en la Tierra. Es el canal por el que vuestra alma desea fluir. Abrazad vuestra dignidad como seres humanos.
Lo que os lleva a intentar con tanto ahínco demostrar que sois dignos de ser amados es consecuencia de vivir desde la cabeza. No os fijáis en quiénes sois realmente porque siempre hay algo fuera de vosotros que queréis y buscáis, pero, cuando actuáis así, no podéis ser el canal receptor de la energía de vuestra propia alma. Solamente podéis sentiros de verdad en Casa y unidos a vuestra alma cuando realmente os reafirmáis en vosotros mismos y sois quienes sois como seres humanos, con todas las inseguridades e incertidumbres que forman parte de ser humano. Entonces, ya no necesitáis demostrar nada; sabéis que ser como sois basta y está bien.
Todo lo que sois —todos los aspectos de ser humano— forma parte de esta vida en la Tierra y no hay nada que suprimir. Cuando decís «sí» a vuestra humanidad, os liberáis. Dejáis de luchar contra vosotros mismos y pasáis a formar parte del todo. Cada ser humano es único y anda su propio camino. Por eso precisamente tenéis tanto que ofrecer los unos a los otros, porque cada uno de vosotros tiene una perspectiva única y es irremplazable dentro del todo.
Para terminar, quisiera pediros que imaginéis que os halláis en la nueva Tierra, un lugar en el que la gente no vive tanto desde la cabeza y está más en armonía consigo misma, con la naturaleza y también con los demás. Visualizad, por unos instantes, cómo sería vuestra vida en ese marco. ¿Hay, por ejemplo, algún paraje natural en el que podéis ser totalmente vosotros mismos, en el que os sentís en paz y relajados? Quizás sintáis una conexión con ese entorno y os sentéis allí, tranquilamente y en silencio. O lo mejor tenéis vuestra propia casita, una que es un fiel reflejo vuestro. En esa casita os sentís seguros y a salvo. Dejad que el paisaje ejerza su influjo en vosotros; es importante que lo sintáis.
Luego, mirad a vuestro alrededor para ver si hay otras personas por allí cerca. Notad si sentís una conexión con esas personas y si se trata de una comunidad a la que pertenecéis en esa nueva Tierra. Dad un paso más; imaginad que os aproximáis a esas personas y que estáis en un foro o una plaza en donde os podéis reunir en círculo. ¡Qué natural os resulta juntaros con esa gente, porque no tenéis nada que demostrar, podéis ser simplemente quienes sois!
Tal es vuestro papel en esa comunidad; ser quienes sois y, desde allí, irradiar vuestra energía única. Sentid por un momento cuán agradecida está la gente de que forméis parte de esa comunidad, lo mucho que se os aprecia por lo que sois y la inspiración que causan vuestra presencia y contribución. Experimentad cómo esas personas y vosotros os tomáis de la mano y formáis un círculo. Juntos, generáis algo hermoso para la Tierra y para la humanidad.
De ese modo, el flujo de dar y recibir se establece sin esfuerzo. Sabéis quiénes sois y aceptáis con naturalidad aquello que necesitáis para vivir bien y en armonía. Apreciad vuestro valor como seres humanos. Lo que yo os deseo es que os toméis en serio de verdad y dejéis de denigraros como soléis hacer. Sois el canal de la nueva Tierra que quiere alzarse por encima de la vieja, llena de miedo y juicio. La nueva Tierra quiere manifestarse, por tanto, tomaos en serio como precursores de esta nueva era. Abrazad por completo vuestra humanidad, pues es el canal por el que se abrirá paso la manifestación. Vuestra humanidad individual os convierte en parte del todo; imprescindibles y únicos. Este es el llamamiento que os hago: creed en vosotros, valoraos, poneos en pie y atreveos a brillar. ¡Atreveos a dar y a recibir!
© Pamela Kribbe
Traducción de Laura Fernández