Siempre tenéis elección
Pamela Kribbe canaliza a la Tierra
Queridos y amados hijos de la Tierra,
Os hablo desde las profundidades del suelo que pisáis; soy la voz de la Tierra. Descansad en mí y daos permiso para relajaros. Dejad que la tensión se afloje en todos vuestros músculos, generalmente rígidos y tensos. Prestad especial atención a la zona de los hombros y del cuello. Relajad esos músculos; presuponed que quieren relajarse y que lo único que tenéis que hacer es dejaros llevar por el deseo natural que el cuerpo tiene de estar en reposo.
Sentid los músculos faciales de los ojos y la boca, y aflojadlos. Venid conmigo y adentraos más profundamente en vuestro cuerpo. Sentid brotar en vuestro abdomen una agradable sensación de tranquilidad y bienestar. Luego, seguid bajando hacia el coxis, caderas y muslos, y centrad vuestra atención en las rodillas.
Llevad vuestra consciencia a las rodillas. ¿Qué es lo que sentís? En las rodillas ha quedado a menudo almacenado un montón de conocimiento. ¿Podéis sentir cómo fluye la energía en vuestras rodillas? A lo mejor percibís alguna diferencia entre la rodilla izquierda y la derecha. Prestadles atención con una mezcla de interés y respeto. Quizás una de las rodillas esté más fría que la otra. ¿Necesita alguna de vuestras rodillas más calor? Aceptad que la propia rodilla sabe lo que le conviene. No tenéis que crear el calor que necesita, ya existe en vuestro cuerpo; solo tenéis que dejar que fluya.
Intuid lo que esa sensación de frío en vuestras rodillas, o en una de ellas, representa; ¿qué tipo de energía hay ahí? Si una de las rodillas está fría, significa que hay cierta tensión entorpeciendo el flujo natural de calor en vuestro cuerpo, lo cual puede afectar a las piernas y los pies, y, de ahí, a vuestra sensación general de estabilidad y firmeza. Observad qué es lo que seguramente os esté preocupando ahí. Quizás veáis aparecer una figura expresando una determinada emoción, así que miradla más de cerca. O quizás os venga a la mente un símbolo de lo que está oprimiendo esa zona. Observad esa rodilla con tranquilidad y desapego.
Os estáis observando a vosotros mismos, se trata de vuestro cuerpo, por tanto, no temáis llevar a cabo este proceso. Sabed que en vosotros fluye, de forma natural, una poderosa energía curativa, por lo que, cuando observáis alguna parte vuestra que se siente oprimida o contenida o no merecedora de ser incluida, esa parte cambia, pues le dais calor mediante vuestra atención y el poder de vuestra luz cósmica. También en mí, en la propia Tierra que vive en vuestro cuerpo, hay un flujo natural de sanación. Por lo que tanto vosotros como yo disponemos de recursos propios para mejorar y sanar.
Estáis del lado de la luz, de todo lo que es bueno. Sois, por lo tanto, más fuertes que la oscuridad, la maldad. Lo que llamáis «malo» es aquello que dejáis que no tenga luz ni calor ni amor ni alegría. Lo malo es casi siempre algo que os hacéis a vosotros mismos porque no os creéis que os merecéis todo lo bueno. Estáis convencidos de que es normal que quedéis «olvidados» porque no sois merecedores de nada ni lo bastante buenos como para ser tenidos en cuenta. ¿Cómo llegasteis a esa conclusión? No es algo que la Tierra corrobore y vuestra alma cósmica nunca ha pensado tal cosa de vosotros.
Como seres humanos, contáis con dos fuerzas —la Tierra y vuestra alma—, pero podéis llegar a quedar enterrados bajo las ideas y los juicios negativos del mundo humano que os rodea. Y cuando os sentís insignificantes debido a esos juicios sociales y, bajo su influencia, os empequeñecéis aún más, os quedáis sin apenas resistencia para afrontar ese flujo de energía negativa. El frío os atenaza y os sentís aún más insignificantes y desamparados. El problema —para mí, la Tierra, y para las fuerzas Cósmicas que desean ayudaros— es que nunca nos impondremos por la fuerza. Como seres humanos, tenéis libre albedrío y la posibilidad de elegir. Y en eso radica la fuente de todo crecimiento y evolución: en tener elección.
Siempre estamos junto a vosotros. Vuestra alma está constantemente llamando a vuestra puerta; quiere entrar y no desea nada mejor que fluir en vosotros, pues en ello estriba la fuente de su felicidad. Mi energía también está disponible para vosotros. Mi deseo es sustentaros, veros crecer y prosperar. Eso es lo que me hace feliz y plena, y en eso radica mi satisfacción: en proporcionaros las raíces que, como ángeles de luz, necesitáis en la Tierra. Pero no podemos hacer nada si os cerráis a lo que está a vuestro alcance; y en eso consiste vuestro poder: en vuestra capacidad de elegir.
Esos recursos no estarán a vuestro alcance mientras no elijáis que así sea —o mientras estéis convencidos de que no tenéis elección, uno de los principales problemas de ser humano. Puede que penséis que vuestra alma, vuestro yo superior, controla vuestra vida o, si vuestras creencias son más tradicionales, que es Dios quien la controla, pero la cosa no funciona así. ¡Sois vosotros los que controláis vuestra vida! Solo que podéis decidir hacerlo desde vuestra propia grandeza como alma y aceptando el apoyo de la naturaleza que os rodea. Esa es vuestra prerrogativa; siempre podéis elegir.
Sentid cuán receptivos estáis ahora mismo a la luz de vuestra alma y al poder sustentador de la Tierra, a mi poder. Centraos primero en mí. Id con vuestra consciencia más allá de vuestras rodillas, hacia la parte inferior de las piernas y los pies, y sentid los centros de energía o chakras que corresponden a esa zona. Podéis imaginar que veis algo girando alrededor de vuestros pies, quizás un color o una forma. Adentraos profundamente en vuestros pies. ¿Los sentís unidos a vosotros? ¿Hay alguno que esté más firmemente plantado que el otro? Preguntad a vuestros pies: «¿Me estoy dejando llevar por la Tierra? ¿Confío en ella? ¿Me creo de verdad que hay en la Tierra fuerzas que quieren darme apoyo constante y llevarme allí donde necesito estar?».
Para simplificarlo, imaginad que en ambos chakras de vuestros pies hay una pequeña puerta que puede abrirse del todo, cerrarse o quedar entreabierta. Observad el centro de vuestro pie izquierdo y comprobad hasta qué punto está abierta la puerta para dejar que entre la energía sustentadora de la Tierra, hasta qué punto permite que recibáis esa energía. Luego, observad el centro del pie derecho. También ahí hay una puerta; comprobad cómo de abierta está.
Cuando os contempláis de esta manera, desde una actitud de respeto y descubrimiento, algo cambia en vosotros. Elegís tomar consciencia de quiénes sois y dónde estáis. Elegís la luz. Cuando os dejáis llevar por el flujo de la oscuridad, la negatividad, la autocompasión, la rabia o la ansiedad, dejáis de contemplaros. Desaparecen el interés y la sensibilidad hacia vosotros mismos, y os veis propulsados hacia delante con las persianas bajadas. Volver a subirlas empieza con el amor hacia vosotros mismos, con una atención lúcida e imparcial, y con la renuncia a toda crítica.
Por último, preguntad a vuestros pies: «¿Qué es lo que más me ayuda en mi vida diaria a recibir más energía de la Tierra, más apoyo, más ánimos y seguridad? ¿En qué situaciones me nutro mejor de las fuerzas de la Tierra?». Sentid, en lo más profundo de vuestro ser, que tenéis elección, que tenéis la opción de elegir más luz y mayor comprensión para vosotros.
Ahora, llevad vuestra atención hacia arriba, hacia el corazón. Id con vuestra consciencia hacia esa zona del pecho y deteneos en el centro, en el chakra del corazón. Mirad a ver si veis aparecer alguna imagen: una flor, una bailarina, un niño —lo que sea; dejad que se presente. Dejad que ese símbolo os indique en qué medida estáis receptivos a las energías amorosas del cosmos, de vuestra alma y de vuestros guías; de todo cuanto quiere llegar a vosotros desde esa dimensión.
Podéis recurrir a un método muy sencillo para comprobar hasta qué punto algo os está bloqueando. Imaginad que en el chakra del corazón aparece una mano: puede estar abierta, cerrada o medio abierta. Podéis visualizar una o dos manos, pero fijaos en cómo están. En un extremo veríais un puño cerrado y a la defensiva que no quiere, o no puede, recibir; en el otro extremo veríais ambas manos, abiertas y en actitud de completa aceptación y apertura. Sentid por unos instantes la tensión de vuestras dos manos e intentad relajarlas lo máximo que podáis. Sentid literalmente esa relajación hasta las puntas de los dedos.
¡Soltad el exceso de tensión y recibid! Permitid que la energía de vuestra alma fluya en vosotros de forma natural —y lo hará por sí misma. Sentid la paz y la quietud que van con esa energía y que os produce soltar. Sentid que os envuelven, desde arriba y desde abajo, campos energéticos sanadores, inherentes a vuestra naturaleza. Tenéis la posibilidad de elegir sintonizar con esas energías una y otra vez. Dejad que las energías terrenales y cósmicas se junten y se fundan en vosotros. No están separadas, van juntas. Dejad que se reúnan en vuestro abdomen.
En vuestra vida cotidiana tenéis que lidiar con influencias que os alejan de vuestro poder, de vuestra libertad y de vuestra capacidad de elegir. Es por eso por lo que os pedimos que os apartéis periódicamente de esas influencias y os adentréis en vosotros con el fin de restablecer la conexión tanto con vuestra alma como con la Tierra —esto es algo sumamente beneficioso para vosotros. Al hacerlo, no os distanciáis del mundo, sino que os recargáis y reconstruís para uno nuevo. Un nuevo mundo que está más allá de los conceptos y formas de pensar habituales. Pero podéis lograrlo. Tenéis la capacidad y la autodeterminación necesarias para emprender ese nuevo camino, y yo quisiera grabar esta verdad en vosotros.
Nuestro mayor deseo es que os expreséis tal y como sois, por tanto, estad receptivos a esas fuerzas que os rodean, las de vuestra alma y las de la Tierra. Ambas llevamos en nosotras un poder, un conocimiento, que no puede ser demostrado según el modo habitual y racional de considerar la realidad. La prueba de la existencia de esas fuerzas es que podéis sentirlas en vuestro interior y que, cuando las sintonizáis, podéis vivir en concordancia con ellas. Cuando lo hacéis, demostráis que son reales y eficaces. Elegid y convertíos en seres humanos que se dejan llevar por las fuerzas del Cielo y de la Tierra, y, con ello, en un nuevo camino, un camino de autoconsciencia, para la humanidad.
Gracias por estar aquí hoy.
© Pamela Kribbe
Traducción de Laura Fernández